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Actualizado: 5 de junio de 2025
Cierta vez descubrió un puntillo movedizo, un cuerpecito minúsculo que atravesaba el huerto, subía los escalones del torreón, y se asomaba luego a las troneras. Era ella seguramente. El no había querido volver a la casa de don Alonso, y se había jurado olvidar a Beatriz para siempre.
Cogió entonces sus Horas Canónicas, y, como solía hacerlo a menudo, descendió a la iglesia para subir en seguida a la segunda plataforma del almenado Cimborio, que forma a la vez el ábside de la Catedral y el torreón más ancho y más fuerte de la muralla. Era a fines de abril. El hálito del alba apaciguó en todo su ser la irritación del insomnio, como una ablución de rocio.
La una se alzaba en el torreón de la iglesia, la otra en la puerta de un almacén de depósito. La religión llamaba al cristiano, el trabajo convocaba al obrero. Aquel pueblo se despertaba á la voz de la fe y á la voz del trabajo. ¡¡Sacrosanto lenguaje, que hace feliz á todo el que comprende!!.... Quico quedó en el encargo de recoger los equipajes.
El niño oteaba los corrales y los patios, el interior de los conventos, el caparacho de las iglesias. A corta distancia, en el sitio más eminente, la catedral levantaba su torreón de fortaleza, almenado y pardusco. Desde la otra ventana se disfrutaba de una vista grandiosa: el Valle-Amblés, toda la nava, toda la dehesa, el río, las montañas. Fuera de los sotos ribereños, la vegetación era escasa.
En el centro mismo del límite meridional de la alta planicie que domina la llanura, hay un hueco cubierto de espesa maleza, como indicio de haber existido allí alguna puerta, y desde este punto de la esplanada parte recta al mediodia por lo bajo de la campiña una especie de calzada que finaliza en un objeto informe de fábrica de argamasa y mampostería, pié tal vez de algun robusto torreon de entrada. ¿Sería este por ventura vestigio de aquella segunda puerta de entrada al alcázar árabe, por donde pasaron á caballo D. Ordoño y su introductor Ibn Talmís? ¿Sería aquella otra brecha que hemos visto en el declive meridional de la plaza rectangular la subida á la plataforma donde se apeó el rey destronado? ¿Ó sería mas bien esta misma plaza aquel famoso terrado de los tres pabellones donde tantas cosas memorables acaecieron?... Ultimamente, aquella singular planicie, obra evidente de los hombres y no de la naturaleza, ¿es un mero terraplen, ó es el resultado de un hundimiento que conserve quizá intacta la planta baja de alguna construccion palaciana? ¿Quién podrá hoy saberlo?
Amotinada en el Callao a los gritos de ¡Viva el rey y muera su mal gobierno! la tripulación de los navíos Septentrión y Astuto, por retardo en el pagamento de sueldos, el virrey enarboló en un torreón la bandera de justicia, asegurándola con siete cañonazos.
En segundo término, hileras de casas á derecha é izquierda, simétricas en la forma, no en la direccion; despues un torreon colosal con jardin; luego la casa de la Ciudad con plaza extensa; por último, nuevas casas hasta la calle de San Antonio, la cual se prolonga hasta la plaza de la Bastilla. Esto es lo que se llama calle de Rívoli.
Con la ayuda de estos, navegamos durante unos veinte minutos por aquel caudaloso río embovedado de verdes ramajes, A la banda de babor, y en las cercanías del desagüe del estero de Tabangay, se alza un antiguo torreón, en el que se conserva un castellano llamado á vigilar aquella parte del Estrecho, en el que entramos siguiendo el canal del río.
¿Era posible que Beatriz no hubiera querido recibir su mensaje? El orgullo hízole buscar la explicación en su propia conducta. Pero ¿qué inconstancia, qué desvío podía reprochársele? ¿No le paseaba la calle todos los días, no iba luego a esperar fuera de la ciudad, frente al torreón de su huerto? ¿No le enviaba joyas, no la componía sonetos y endechas, como el más rendido de los amantes?
Ramiro solía quedarse hasta la noche en el último piso del torreón, escuchando los cuentos y parlerías de las mujeres. Allí terminaba la tiesura solariega. Allí se canturriaba y se reía. Allí el aire exterior, en los días templados, entraba libremente por las ventanas, trayendo vago perfume de fogatas campesinas y el sordo rumor de los molinos y batanes en el Adaja.
Palabra del Dia
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