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Actualizado: 21 de mayo de 2025
D. Benigno anduvo algunos pasos, y deteniéndose luego, habló así entre turbado y festivo: Pues bien, hija de mi corazón, yo tengo ahora un antojo que quizás usted lleva a mal; a mí me ha entrado un capricho, una manía.... Qué quiere usted... siento decírselo... quizás se enfade. ¿Qué? Pues es que... que ahora me tocan a mí los mimos... y, en una palabra, que ya no quiero casarme con usted.
¡Mozo!.. gritó Melchor. ¡Vengo! repuso éste, alzando la voz. ...Y cigarros. ¡Conforme! Estaba pensando que hemos hecho una zoncera en quedarnos aquí. Efectivamente; habríamos tenido tiempo de dar una vuelta por la ciudad. Lo han pensado tarde, porque ahí tocan la campana dijo Melchor, agregando: ¡Lo que se ha perdido el Bragado!...
Y aquí tenía el compadecer a la libertad, deplorando que su causa estuviese en tales manos, y el sacar a relucir ejemplos de Grecia y de Roma para sentar el principio de que las manos bárbaras y sucias del vulgo envilecen cuanto tocan y destrozan aquello mismo que quieren defender.
Tú lo has dicho: no hay mal que cien años dure, y cuando se tocan de cerca los grandes inconvenientes de vivir lejos de la ley, no hay más remedio que volver a ella. Ahora te parece imposible; pero volverás. Si es lo natural, es lo fácil, lo fácil... Solemos decir: «tal cosa no llega nunca». Y sin embargo llega, y apenas nos sorprende por la suavidad con que ha venido.
Es el salón de Damas un atractivo más del hermoso edificio donde se reconcentra la animación termal; allí las señoras abonadas al Casino pueden refugiarse, sin temor a invasiones masculinas; allí están en su casa, y son reinas absolutas, tocan el piano, bordan, charlan, y a veces se deslizan hasta el lujo de un sorbete o de alguna confitura o bombón que roen con igual deleite que si fuesen ratoncillos sueltos en un armario de golosinas.
Sonaron al fin verdaderamente las campanas de San Felipe. Dejó bruscamente el libro y abrió la puerta del cuarto de su doncella: ¡Genoveva, Genoveva! Ya estoy despierta, señorita. Levántate; ya tocan en San Felipe. En un abrir y cerrar de ojos se levantó, se vistió y apareció en el gabinete de su ama.
Pues nada, a purificarse tocan. ¿Ve usted cómo nos hemos entendido? dijo el clérigo con alegría, levantándose . Cansado ya de tanto discutir, yo le dije a mi hermano: Si tu pasión es tan fuerte que no la puedes combatir, pon el pleito en mis manos, tonto, que yo te lo arreglaré.
Quedó pues, instalado en la casa el mayorazgo, revolviéndose en ella con el mismo desembarazo que si en ella hubiese nacido. Los extremos se tocan. La falta de aprensión de don Silvestre le prestaba la desenvoltura que á veces no dan las preocupaciones del gran mundo.
Los años que siguen al 34 están demasiado cerca, nos tocan, nos codean, se familiarizan con nosotros. Los hombres de ellos casi se confunden con nuestros hombres. Son años a quienes no se puede disecar, porque algo vive en ellos que duele y salta al ser tocado con escalpelo. Aquí concluyen definitivamente estos.
Esta costumbre es verdaderamente pintoresca, infantil, encantadora, patriarcal. No he visto en mi vida á esas mujeres, no las he mirado á la cara, y las tengo cariño, porque tengo cariño á las yerbas que tocan, á esta vida que llevan, á este aire que respiran.
Palabra del Dia
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