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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Esta vez regresamos en coche, y él, por más esfuerzos que hice para impedirlo, tuvo habilidad suficiente para colocarse a su lado. A mí me tocó escuchar por centésima vez la descripción de las extrañas dolencias que aquejaban a la madre Florentina.
28 Y cuando Jesús acabó estas palabras, la multitud se admiraba de su doctrina; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 1 Cuando descendió del monte, le seguían muchas personas. 2 Y he aquí un leproso vino, y le adoraba, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme. 3 Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio.
De esta suerte prosiguió vociferando y alejándose poco a poco, mientras Andrés levantaba del suelo a la víctima y la sacudía con la mano el polvo. Celesto se tocó por todas partes, a ver si tenía algún paraje del cuerpo magullado, y dijo exhalando un suspiro: ¡Qué gran yegua! Yo pensé que le había tirado a usted el caballo, porque pasó delante con gran rapidez...
Este tocó a recoger diciendo: Alto y parad, hermano Canique: bien lo habéis hecho, y ahora rescatemos estos trofeos, quiero decir que nos los rescatarán, trocándolos por blancas y ochavos, no de otra suerte que hizo vuestro capitán y el mío, Francisco Carvajal, en aquel de Roma.
Y la admiración y la duda se pintaban en su candoroso y bello semblante. Por último, la dueña tocó a una puerta, que no estaba abierta como las demás que habían dado paso de un salón a otro salón, sino que estaba cerrada. La dueña la abrió un poco, lo suficiente para que cupiese por ella una persona, empujó a Mutileder, le hizo entrar, y quedándose fuera, cerró otra vez la puerta, dejándole solo.
Salió de su sueño y brincó del carruaje al suelo. Ahora vuélvete por la familia le dijo a Ramón, y no digas que me has traído. No hay necesidad de asustarles. Se dirigió lentamente hacia la puerta del parque, que estaba a unos doscientos pasos, mientras el coche se alejaba en sentido contrario. Cuando llegó, la tocó con mano trémula. Estaba abierta como la otra vez.
Entonces, si bien con pena de interrumpir aquellos arrobos y éxtasis contemplativos, tocó en el hombro á D. Carlos y le dijo casi á la oreja: Perdóneme V. que le distraiga de sus devociones y que turbe la visión beatífica de que sin duda goza; pero me urge hablar con V. Hágame el favor de venir conmigo, que tengo que hablarle de cosas que le importan muchísimo.
Pero al jueves siguiente, Alvaro Peña dejaba descansar a don Benigno y «se metía» con el capellán de las monjas, publicando de él una semblanza en verso, en que se hacía muy graciosa mención del matrimonio de las copas de ginebra con los vasos de vino blanco. Le tocó entonces enfurecerse a don Segis, y tomarlo con calma a don Benigno.
Tocó el timbre, dio rápidas instrucciones a sus criadas, cubrió su cabeza con un gran sombrero de paja y volvió en seguida a reunírsele, diciéndole: ¿No es verdad que Rosalinda se ha embellecido mucho desde que usted no la había visto?
Teresina, antes de salir, puso orden en los muebles, que no pecaban de insurrectos, que estaban como ella los había dejado el día anterior; también tocó los libros de la mesa, pero no se atrevió con los que yacían sobre las sillas y en el suelo. Aquéllos no se tocaban.
Palabra del Dia
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