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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Miró en torno de ella, titubeando, como extrañada de verse en el lecho, en plena noche, a la luz de una bujía que marcaba en la pared las sombras de Isidro y la Teodora, sentados junto a la cama. ¡Ya está buena la señorita! gritó la vieja . ¡Olé, ya tenemos niña!

Fortuna tuvo D. Narciso, pues en la disputa llevaba la de perder. Obdulia poseía una imaginación vivísima, y antes de haberse dado a la mística gozaba fama de alegre y chistosa entre sus amigas. D.ª Eloisa aprovechó la oportunidad para cambiar la conversación, que se había hecho peligrosa. Detrás de Cándida entró D.ª Teodora. Venía ésta acompañada de D. Juan Casanova.

Porque las que menos afectuosas y tolerantes se habían mostrado con el niño, eran más extremosas ahora con el hombre. Esto sacó de sus casillas a D.ª Eloisa, D.ª Teodora y D.ª Marciala, que le trataron siempre con dulzura y hasta con mimo. Comenzaron los preparativos para la primera misa. Fue un certamen de primores entre ellas.

La Teodora, sin dejarse ganar por la emoción de los presentes, tranquila y segura de su pericia, introducía por entre la hojarasca de las enaguas su mano envuelta en el pañuelo, buceando durante mucho rato en este oleaje de tela almidonada. La virgen permanecía inmóvil, con los ojos entornados, sin un gesto, coloreándose ligeramente por el dolor y las cosquillas.

Este recto y majestuoso caballero tenía la costumbre desde tiempo inmemorial de hacer la tertulia por las noches a D.ª Teodora. Cuando ésta venía a la de su amiga D.ª Eloisa, lo cual sucedía una o dos veces por semana, la acompañaba juntamente con el criado.

La Teodora, antes de hablar de esta ley y sus prácticas, miraba en torno con recelo. Todas eran casadas o viudas; no había ninguna mocita: podía hablar sin miedo. El principal personaje de las bodas era ella, la señora Teodora, alias la Catañeta, la encargada de catañear a la moza.

Mientras tanto Osuna había ido a frotarse un poco contra D.ª Eloisa. Entre todas las damas que asistían a aquella tertulia no había más que dos gordas, D.ª Teodora y D.ª Eloisa. Estaba también en buenas carnes D.ª Rita, pero era blanda, amarilla. Las demás «escocia puracomo él llamaba a las flacas, aludiendo al bacalao.

Y aún pasan días continuaba la Teodora antes de que los novios se junten de verdad. Mientras están con los padres, tienen vergüenza y duermen separados. Sólo cuando ponen su casa se deciden a acostarse juntos. Las famosas flores blancas asombraban a Feli, haciéndola seguir con atención las indicaciones de la Catañeta.

La enferma tenía en la frente una contusión que denunciaba su caída al suelo. Las gitanas, advertidas por una vecina, habían corrido en su auxilio. La Teodora fruncía el ceño al hablar al joven... Don Isidro, la pobre «señorita» estaba muy enferma. Estos ataques iban a repetirse con frecuencia. Eran cosas del embarazo, que se presentaba muy mal.

Al volver de Madrid, en la tarde siguiente, pisando la nieve convertida en fango, encontró su vivienda en revolución. Venía alegre: había logrado reunir unas cuantas pesetas; pero olvidó su gozo al ver a la Teodora con otras gitanas en torno de Feli, que estaba en el lecho, sumida en el sopor de la crisis. Habíase repetido el ataque.

Palabra del Dia

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