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Y he aquí a mi hombre paseándose por Madrid con las manos en los bolsillos, o viendo correr tontamente las horas en este y el otro café, hablando de la situación ¡siempre de la situación, de la guerra y de lo infames, indecentes y mamarrachos que son los políticos españoles! ¡Duro en ellos! Así se desahogan los espíritus alborotados y tempestuosos.

De la conservacion de este puerto y de este establecimiento se sigue igualmente la utilidad de que nuestros navios que pasan al mar del sur, y de este al del norte, sabiendo que pueden en él recalar ó arribar en urgente necesidad, tendrán la consolacion de hallar un tal abrigo en unos mares tan tempestuosos y en los dominios de su Agusto Soberano.

»¿Obrará el novio con la prudencia del padre? ¿La tasará ciertas cosas como yo, que le taso el viento que puede perjudicarla? ¿Encerrará a la delicada flor en una atmósfera tibia y embalsamada sin sobra de sol y sin vientos tempestuosos? »Ese joven fogoso y apasionado puede destruir en un mes con sus locos transportes mi compleja tarea de diez y siete años de cuidado constante.

Pero, durante los días tempestuosos, la travesía es harto peligrosa para que el viajero pueda recordarla y conservar memoria exacta de sus aventuras. El viento levanta sin cesar torbellinos de nieve que ocultan la ruta ó modifican su forma, rebajando taludes y cegando el camino recorrido ya.

Yo velaré por mi parte ... Y todo lo que haya de hacerse lo decidiré yo sola ... No llamemos la atención de Mauricio y de Herminia con una conversación demasiado larga ... Volvamos al salón. El número de los convidados había crecido durante aquellos tempestuosos debates. Los parientes alojados en la casa y en los pabellones se habían puesto de veinticinco alfileres.

Siguieron los brindis, cada vez más acalorados y tempestuosos, de tal modo que nadie se entendía. Uno de los más celebrados fue el de Martita, quien por consejo de Ricardo, que estaba a su lado, había bebido tres copas de champagne y no sabía lo que le pasaba.

Si con su sencillez de aldeano perdía la brújula á la superficie del mundo, ¿qué le sucedería surcándole por lo más hondo de sus tempestuosos senos?

El viento de los días tempestuosos, al remover la arena, dejaba descubiertas sus múltiples y enmarañadas raíces, negras y delgadas serpientes en las que se enredaban muchas veces los pies de Febrer.

Aquel sombrío vividor de insaciables apetitos, entregado a una crápula obscura y misteriosa, atravesaba el último torbellino de sus tempestuosos deseos. La virilidad, al sentir la cercanía de la vejez, antes de declararse vencida, ardía en él con más fuerza, y el poderoso jefe se abrasaba en el postrer destello de su animalidad exuberante. Era una puesta de sol que incendiaba su vida.