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Actualizado: 13 de noviembre de 2025


Véase lo siguiente, que extracto de este libro: Tomo II, pág. 3. «La Comedia. Cualquiera, que desea ir al teatro un día de fiesta por la tarde, come apresuradamente al mediodía y no se detiene mucho tiempo en la mesa, temeroso de no encontrar asiento. Llega á la puerta del teatro, y lo primero que procura hacer es no pagar.

4 Y disputaba en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos. 5 Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba constreñido por el Espíritu, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. 7 Y saliendo de allí, entró en casa de uno llamado Tito el Justo, temeroso de Dios, la casa del cual estaba junto a la sinagoga.

Me acordé que a aquella hora, casi todas las mañanas me respondía otra voz, que Magdalena se asomaba a la ventana y me saludaba; pensé en la emoción que me causaba aquella entrevista cuotidiana, antes sin encanto ni peligros y que luego se había convertido en verdadero suplicio, y entré, atrevidamente, casi contento como si algo que en había de temeroso y vigilado, tomara sus vacaciones.

Era ya viejo, y temeroso de dejar este mundo sin realizar aquel piadoso sueño, determinó al fin emprender su peregrinación á Madrid, y así lo hizo, llegando á las orillas del Manzanares víspera de la fiesta del glorioso San Isidro.

Mas ¡Ay! que en acordarme del tal cuento, Temblando estoy, confuso y temeroso: Que tales cosas , que parecia Que el juicio final llegado habia.

Sale de su prisión el Conde, y es nombrado Almirante para demostrar su inocencia; pero el Duque, atormentado por los remordimientos, y temeroso de que se descubra la verdad, se refugia en sus dominios.

¿Otro préstamo más? dijo el usurero. ¡Estamos frescos! Ni al veinte por ciento. Usted es el sobrinito de Esteven, ¿verdad? pues peor. Sin embargo se atrevió a argüir Quilito, usted tiene un pagaré a mi nombre, que... que mi tío... garantiza. Balbuceaba, temeroso que le oyeran.

El criado, sin responder, saliose un momento del cuarto y no tardó en aparecer con un descomunal serpentón entre las manos. Y sin respeto alguno a su amo aplicó los labios a la boquilla y produjo un ruido temeroso semejante al rugido de un león.

En esa tosca llave mohosa se había posado su blanca mano. Quiso abrir, y luego se contuvo, temeroso de borrar las trazas de aquella mano. Pero su brazo se extendió otra vez, y la puerta gimió sobre sus goznes. Su temblor aumentó. Allí, en la capilla la veía delante de él, arrodillada, la cabeza baja, las manos juntas, vuelta hacia el altar, cubierta con un vestido color de fuego...

¿Qué es lo que hay? le pregunté al tomarle la mano, temeroso de que el hombre que ella detestaba hubiese venido ya a verla. Nada grave me contestó riendo. Es que tengo una nueva muy buena para usted. ¿Para ? ¿qué es?

Palabra del Dia

aquietaron

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