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Actualizado: 12 de junio de 2025
El Destino me ha elegido a mí como instrumento para dártela. Si así no fuese te pediría perdón por ello. ¡Qué preferible sería para ti que permanecieras eternamente en los limbos de la nada! Dentro de pocos días abrirás los ojos, el telón se alzará y la escena del mundo quedará al descubierto.
Con el ojo pegado al agujerillo del telón disimulaba su mal humor y sus temores, por no exponerse a las machaconas observaciones del señor Pulido, mientras observando este por el otro agujero, se afirmaba más y más en los suyos, ofreciendo ambos al que entraba por el fondo del teatro un espectáculo original y extraño en demasía.
Sus ojos acariciaron una enorme faja de mar tendida entre dos colinas, como un telón azul que ocultase un desgarrón de la tierra. Aquel pedazo de mar era el camino salvador, la esperanza, lo desconocido que nos abre sus brazos de misterio en los momentos más difíciles de la existencia.
Despues de esto ¿qué extraño tiene lo que se ve en el drama Antony, del mismo Dumas? ¿Qué extraño tiene que Antony penetre en la alcoba con una señora casada, en el momento de caer el telon, mientras que los ojos del público, atravesando aquel telon, ven la obscenidad convertida en fiesta, en declamacion y poesía, en bella-arte, en teatro?
Y, no obstante, es entonces cuando deberíamos morir, antes de que el telón descendiese sobre nuestras quimeras, cuando el encanto dura aún y el bien pasajero de que disfrutamos no se ha convertido en irreparables dolores.
La esposa de D. Martín, sorprendida de la osadía del seductor, le reprocha colérica la infamia de su conducta y su ingratitud para con su esposo; pero D. Sancho está decidido á poseerla á todo trance, aunque sea empleando la violencia. El poeta hace entonces caer el telón. En el acto siguiente vuelve D. Martín de la guerra.
Si Ana, asustada, otra vez buscaba amparo en los ojos del Magistral, huyendo de los otros, no encontraba más que el telón de carne blanca que los cubría, aquellos párpados insignificantes, que ni discreción expresaban siquiera, al caer con la casta oportunidad de ordenanza.
Encontraba deliciosos los dos; pero tenía que elegir, no podía ponerse más que uno. Después de largas vacilaciones se decidió por el blanco. A las nueve y media las dos hermanas subían la gran escalera de la Opera. Cuando entraron a su palco, el telón se levantaba sobre el segundo cuadro del segundo acto de Aida, el acto del baile y de la marcha.
La primera dama gastaba una túnica muy larga y comenzaba a llorar desde que subían el telón. El barba hacía de rey y debía morir al fin del acto tercero a manos del mancebo de las décimas: buena voz, potente y cavernosa, como convenía a un rey visigodo.
El dinero se mostraba alguna vez en ciertos autores, pero como un accesorio, como un telón negro para que se destacasen mejor las figuras de los personajes simpáticos. El amor, con sus combinaciones y conflictos innumerables y siempre iguales, era el que llenaba por entero libros y comedias.
Palabra del Dia
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