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Actualizado: 7 de junio de 2025
Era un telegrama recibido en los Cuarenta y cinco. El apoderado de Gallardo, con su entusiasmo agresivo y ruidoso, turbaba la gravedad social; pero le toleraban por ser antiguo amigo, y acababan riendo de «sus cosas». Les era imposible a aquellas personas sesudas discutir tranquilamente con don José sobre el mérito de los toreros.
Por medida de precaución, le haremos, si usted quiere, un telegrama desde Hendaya; pero lo que yo supongo es que tomará el primer tren que vea salir para Francia, corriendo en busca de usted. Si retrocedemos, se expone usted a cruzarse con él en el camino, y a perder tiempo, y a molestarse más. Si se queda usted en la primera estación que encontremos, para esperarle allí....
Se desesperaba por encontrar algo que le impidiera pensar en aquellos novios felices, reunidos allá en Pervenche, entre una decoración de flores, de vegetación, de savia calentada por el estío... Y el desgraciado desfallecía de dolor. Como se levantase para ir a la ventana a respirar un poco el aire fresco, golpearon a la puerta. Era un criado que le traía un telegrama.
Era ya tarde, más de las once de la noche, y yo me encontraba departiendo con un grupo de jóvenes oficiales en el cuartel de la Guardia Rural de San Luis, cuando se presentó un ordenanza, que traía un telegrama urgente para el General Pablo Mendieta.
Este mañana, ¿cuándo es? Examino la fecha. ¡Este telegrama está puesto hace dos días! ¡Sarrió está en Madrid! Aquí no tendría que poner un solo signo admirativo, sino seis u ocho. ¡Sarrió ha llegado a Madrid sin que yo bajase a la estación a recibirle! Y se pasea por estas calles sin que yo le acompañe.
Faltaban dos días para vencer los primeros giros que había hecho a cargo de su misma casa, y seguía bajando desastrosamente el papel en que había invertido aquellos fondos, cuando recibió el siguiente lacónico telegrama de su apoderado: «Casa A... suspendió pagos; necesito fondos vencimientos pasado mañana. Consternación plaza.» Este golpe era terrible para don Simón.
Sus presentimientos se habían realizado. ¿Cómo volver a Peñascosa con la muchacha? ¿Cómo dejarla allí abandonada? Todas las soluciones que acudían a su mente le parecían igualmente comprometidas. Pensó en telegrafiar al padre, pero no era posible explicar en un telegrama lo ocurrido, ni aun de palabra podía hacerlo dignamente.
¡Ha muerto!... ¡Murió hace un mes! Y le mostró un pequeño papel azul: un telegrama de Madrid, llegado media hora antes. Spadoni, después de saludar á Novoa en la plaza del Casino, habló de los ensueños que agitaban sus noches y de sus decepciones al despertar. Usted tiene la culpa, profesor.
Si esta mujer me contase la verdad ... ¿Y cómo no? el telegrama enviado desde Liverpool, prohibiéndome volver á casa de la señorita Guichard, prueba la aversión que mi tutor dedica á su exprometida ... ¿Qué habrá pasado entre ellos? ¿Y por qué, sobre todo, no me ha hecho jamás la menor alusión á todas estas historias? ¿Será eso una prueba de que es suya la falta? ¡Sería entonces la única de su vida!"
Un año después estaba la joven empleada delante del aparato Morse, que tan rudamente le había martirizado el corazón, y transcribía sin palidecer un telegrama de Roma, donde era entonces Raúl secretario de la embajada, dirigido al señor Neris, retenido en Candore por un ataque de gota. «Mi querido tío: eres abuelo de una hermosa niña.»
Palabra del Dia
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