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Actualizado: 23 de mayo de 2025


No obstante su diversidad, toda aquella gente hacía lo mismo. No tardaban en entrar los bohemios, los hombres altos, de cuello largo y cara triste y aburrida; las mujeres modestas, vestidas casi todas de negro, indiferentes a las conversaciones, a las palabras que se les dirigían y a los vinos que había en la mesa.

De allí vinieron á Modón, donde estuvimos dos días esperando las galeras que habían ido por el bizcocho, y como tardaban, nos partimos sin aguardarlas. En el camino tuvo nueva el Bajá de las galeras de cristianos. Apartóse con hasta 30 galeras en busca dellas: las demás se fueron costa á costa sin perder camino.

Una hora después sentía a lo lejos el rumor del cencerro de las bestias de carga, que no tardaban en aparecer en la cumbre vecina que yo mismo venía de cruzar, detenía allí un momento su paso cansado, levantaban la cabeza al viento y volvían a emprender la marcha resignadas.

Estos triunfos no tardaban en ser propalados por el semanario del partido, que para aumentar la gloria del jefe y que los enemigos no le tachasen de parcialidad, comenzaba siempre: «Según leemos en la prensa de la capital»... ¡Qué muchacho! decían a doña Bernarda los curas de la población. ¡Qué pico de oro! Ya lo verá usted, será otro Manterola.

Cuando llamó a la puerta de su suegro percibió algo que le inquietó. Tardaban en abrirle: creyó oír un gemido doloroso y llamó de nuevo con sobresalto. La criada tenía la fisonomía descompuesta y le miró con ojos extraviados. ¿Qué pasa? exclamó anhelante. Pero en aquel instante su suegra salió de uno de los cuartos y se abrazó a él sollozando.

No tardaban los amigos en buscarle; y ahora el campanero, después el manchador, luego el pertiguero, el perrero o el zapaterín, iban agregándose al grupo de que era núcleo el Vara de plata. A don Antolín le gustaba verse rodeado por tanta gente, no creyendo que fuese Gabriel quien la atraía, sino su autoridad, que inspiraba miedo y respeto.

Las señoritas solían presenciar con risita despreciativa aquel baile que imitaba toscamente los suyos, doliéndose en su interior de que jóvenes tan finos se abrazasen «a aquellas tarascas». Sin embargo, cuando alguno las invitaba, después de resistirse un poco, reir a carcajadas, ruborizarse y hacer buena porción de monerías para atestiguar que sólo se rebajaban a aquello por pura condescendencia, solían agarrarse firme al brazo de su bromista amigo y tardaban en soltarlo.

Mientras se dormían, papá y tiita habían de estar bien pegaditos a las camas sin moverse. Si mantenían conversación entre , las niñas se agitaban y tardaban mucho más en conciliar el sueño. Así que procuraban guardar silencio, o cambiar solamente palabras sueltas en voz baja. Cecilita no podía dormirse sin tener cogida una oreja de su tía.

Los deudores le contestaban altivamente, alegando la miseria como un derecho para no sufrir su avaricia; sus órdenes imperiosas tardaban en ser ejecutadas, y tenía la percepción clara de que al andar por el claustro se reían a su espalda o le hacían gestos amenazadores.

Aunque había mediado un considerable cruzamiento con los cautivos de origen europeo, los prisioneros que fueron incorporados al ejército como soldados tardaban en aprender la instrucción del recluta doble tiempo que los más rudos campesinos, atrasados éstos de diez siglos y aquéllos de veinte en la evolución mental que culmina en el Mago de Menlo Pak.

Palabra del Dia

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