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Actualizado: 20 de junio de 2025
Asistiría al día siguiente al entierro de su amada y por la noche concurriría al teatro para oír desde su palco el último acto de Otelo, aquella romanza del Sauce, aquel último canto del cisne, obra maestra de Rossini que tanto gustaba a Magdalena. Después regresaría a casa y allí se levantaría la tapa de los sesos.
Ya las flexibles manos del cominero acariciaban la parte por donde la tapa del doble fondo se levantaba. Rosalía invocó a todos los santos, a todas las Vírgenes, a la Santísima Trinidad, y aun se cree que hizo alguna promesa a Santa Rita si la sacaba en bien de aquel apuro.
La tapa de venado bien condimentada es un exquisito manjar. El viaje de Bagamanot á Pandan, para verificarlo con relativa comodidad, debe hacerse embarcado hasta la visita de Tabobo, y de aquí en hamaca hasta Pandan, no pudiéndose utilizar el caballo por las quebradas y precipicios que tiene el monte Pulipusyan. En esta expedición se invierten de diez á doce horas.
9 Entonces el sacerdote Joiada tomó un arca, y le hizo en la tapa un agujero, y la puso junto al altar, a la mano derecha a la entrada del templo del SE
Es un grandísimo pillo que me pide tres pesetas por unas medias suelas, y ni siquiera tapa un agujerito que le puede salir a la piel.... Estos son nuevos, palabra de honor que son nuevos, pero se ríen; ¿qué le hemos de hacer si tienen buen humor? Durante algunos años Fortunato había sido el predicador de moda en Vetusta.
Al avanzar su cabeza vió un libro caído, que tenía el lomo en alto, ostentando en su tapa de colores un hombre con casaca á la antigua, las piernas en forma de compás, y pasando entre ellas un ejército de pigmeos. La vista de este dibujo le ayudó á despertar completamente, reanudando el funcionamiento de su memoria.
La tomé ansiosamente, levanté la tapa y miré lo que había en su seno. ¡Qué! grité, casi fuera de mí de alegría. ¡No puede ser cierto! Sí rió ella. Lo es.
Como yo llevaba la llave en mi llavero, lo abrí y levanté la tapa. Las bisagras debían estar muy enmohecidas, pues al abrirse gimieron y silbaron. Adentro del ataúd había un hombre... Había un hombre vivo, enteramente vivo, hasta sano y de buen color. Se le conocía el oficio en su afeitado rostro de curial y en sus grandes anteojos azules.
Envía cuantiosas limosnas a las iglesias; encarga misas que no oye; pone cirios a las imágenes, y en el secreto de su habitación se entretiene a veces puerilmente en preguntar a la suerte, echando una moneda al aire, si se condenará eternamente o irá tan sólo al purgatorio. Cuando llega a sus oídos el canto de los sacerdotes que acompañan a un entierro, empalidece, tiembla y se tapa los oídos.
Pues mándoles yo a los leños movibles, que, mal que les pese, hemos de vivir en el mundo, y en las casas principales, aunque muramos de hambre y cubramos con un negro monjil nuestras delicadas o no delicadas carnes, como quien cubre o tapa un muladar con un tapiz en día de procesión.
Palabra del Dia
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