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Actualizado: 6 de junio de 2025
En las llanuras argentinas no existe la tribu nómade; el pastor posee el suelo con títulos de propiedad; está fijo en un punto que le pertenece; pero para ocuparlo ha sido necesario disolver la asociación y derramar las familias sobre una inmensa superficie.
He aquí los títulos: 1.º
El lugar que ocupaban los jesuitas fue sustituido por religiosos de las tres órdenes: Santo Domingo, San Francisco y la Merced; para cada pueblo fueron nombrados dos religiosos con títulos de cura y compañero, señalando a cada uno distinto sínodo, como ya queda dicho.
Pues bien; Raimundo, necesitando a toda costa dinero, y no atreviéndose a pedírselo a nadie, faltó a esta confianza vendiendo poco a poco algunos títulos. Y es lo raro del caso que siendo un chico hasta entonces tan puro de costumbres, tan recto en el pensar y tan honrado de corazón, llevó a cabo esta villanía sin grandes remordimientos.
¿Se ha fijado, Isidro, en los títulos de esos mamotretos? dijo Ojeda al alejarse unos cuantos pasos . Proyectos de ferrocarriles, obras de salubridad para ciudades, desecación de terrenos, aguas corrientes, tranvías... Ese señor lleva con él toda una civilización. Y todo es para el Brasil: los más de sus negocios están en San Pablo, a juzgar por los rótulos.
Los franceses tienen grandes títulos ante la opinion del mundo entero; podrán tenerlos todos, menos el de la lógica; esa suprema geometría del albedrío que va midiendo y nivelando progresivamente el ayer y el hoy, la historia y la emocion, la emocion y el hecho.
Esta se excusaba; había bailado ya mucho en Puerta de Tierra. El majo insistía. Frasquito, que no deseaba verse privado de la compañía de su novia, concluyó por decir: Pero, hombre, ¿qué mosca te ha picado? No sé cómo apeteces tanto el bailoteo, cuando tienes en casa una real hembra que baila en la mano. ¡Echa realezas, hijo! exclamó Pepa con mal humor. ¡No eres alguien para dar títulos!
Por otra parte, el señor de Maurescamp no dejaba de presentar ciertos rasgos especiales. Era un hombre de unos treinta años que llevaba con cierto brillo la vida parisiense. Sus títulos eran herencia de su abuelo, general bajo el primer imperio, y su fortuna, de su padre, quien la había adquirido honradamente en la industria.
Tomé de mi biblioteca cierto número de libros contemporáneos y procediendo poco más o menos como la posteridad procederá antes de acabarse el siglo, pedí a cada uno cuenta de sus títulos a la duración y sobre todo del derecho que tenían para llamarse útiles. Advertí que llenaban muy poco la primera condición que hace vivir una obra, eran muy poco necesarios.
El encanto, que el poeta portugués ha sabido comunicar á este pequeño cuadro de género, sin duda alguna de la infancia del arte, no puede ser nunca bastante encomiado. Entre las tragicomedias de Gil Vicente sobresale la de Don Duardos, no sólo por ser la más extensa, sino también porque cuenta con más títulos para ser calificada de verdadera obra dramática.
Palabra del Dia
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