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Actualizado: 16 de junio de 2025


De tarde en tarde se presentaba don Pablo el joven, que dirigía la gran casa Dupont, dejando que sus hermanos menores se divirtiesen en la sucursal de Londres, o doña Elvira con sus sobrinas, cuyos noviazgos llevaban revuelta a toda la juventud de Jerez. La viña parecía otra, más silenciosa, más triste. Los chicuelos que corrían por ella en pasados tiempos tenían ahora otras preocupaciones.

El marido de doña Feliciana hacía tres años que había ido a Ica a establecer una sucursal de la casa de Lima, quedándose la señora al frente de múltiples operaciones comerciales; y como si Dios se complaciera en echar su bendición sobre la trabajadora limeña, en cuanto negocio ponía mano encontraba una ganancia loca.

En un país como Filipinas que viene anatematizado poco menos que como una sucursal de los antiguos y terroríficos tribunales del Santo Oficio.

Hoy es esta culta y bonita población una digna sucursal de Santander. Por regla general, y para no molestar al lector, conste que allí donde el camino de hierro, ó las industrias minera y fabril han penetrado; las costumbres clásicas montañesas no existen ya, ó existen muy ajustadas al espíritu moderno. Y con esto hemos llegado al verdadero asunto de estas últimas páginas.

Y como el de doña Manuela era escaso, y Pepe, a pesar del cariño que la profesaba, no lo desconocía, si el fanatismo se enseñoreaba de su espíritu, aquel hogar, siempre tranquilo, se trocaría de pronto en una sucursal del infierno. «Es natural pensó tratando de bucear en la intención de su hermano con papá y conmigo no se atreve: si emprende campaña para moralizarnos, procurará primero conquistarlas a ellas.

Más que taller parecía el Camón la sucursal de Sobrino Hermanos. «¿Peeero mujer, qué es estodijo Thiers absorto, como quien ve cosas sobrenaturales o mágicas y no da crédito a sus ojos. Había allí como unas veinticuatro varas de Mozambique, del de a dos pesetas vara, a cuadros, bonita y vaporosa tela que la Pipaón, en sueños, veía todas las noches sobre sus carnes.

Fuera de esto, cuanto me rodea y toca es causa de disgusto. ¡Buen nublado se me viene encima! Mi casa comienza a parecer una sucursal del infierno, y voy dudando si vivo en plena realidad o está alguien, por arte de magia, ensayando a costa mía el efecto de alguna de aquellas novelas de hace treinta años, en que un personaje misterioso y fatídico desbarataba la paz de una familia.

Y la pobre vieja lloraba como una niña en presencia de su sobrina, se esforzaba en convencerla para que «abandonase la mala senda del pecado»; estremecíase de horror pensando en su inmensa responsabilidad ante Dios. «Toda una vida de devoción para tener limpia el alma, creerse casi en estado de gracia y despertar de repente en pleno pecado sin comerlo ni beberlo, por causa de su sobrina, que convertía su santa casa en una sucursal del infierno, haciéndola vivir rodeada del pecado». Y el miedo de la pobre señora, el escrúpulo y el terror de aquella alma sencilla, eran lo que más profundamente hería a Leonora.

Palabra del Dia

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