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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pero si no sucediese así, mis primeras conferencias se dirigirán á solicitar por lindero dicho Yaguarey que vierte en el Paraná en su costa occidental, tomándole por el que el tratado llama Igurey, y á que desde sus cabeceras se busque la principal de otro rio que vierta en el del Paraguay por el este.
El Hilario se detuvo allí dos dias, por ver si por aquel contorno encontraba alguna agua dulce para refrescarle, pero no lo pudo conseguir; y viendo el mal estado de su compañero, y sin poderle remediar, porque no le sucediese otro tanto, determinó dejar á su compañero con bastante sentimiento, llorando tan fatal suceso, y tomó su derrota, con sus dos perros: y á los tres dias encontró una laguna pequeña rodeada de porcion de guanacos que habian consumido toda el agua, dejando solo la humedad entre el lodo, y llegó tan fatigado que se consolaba con poner la boca sobre aquella humedad, que no obstante le sirvió de algun corto alivio.
No les mandó Candish que acometiesen Los fuertes; que sondasen solamente Les dijo, y que luego se volviesen, Porque él despues entrára con su gente; Y como lo contrario ellos hiciesen, Y de ello sucediese el mal presente, Estaba en pura cólera metido, Y ageno de juicio y de sentido.
Para los demás frailes y para el resto del humano linaje no iniciado, el Padre Ambrosio jamás hablaba de su ciencia oculta, pero discurría con fácil elocuencia sobre todo cuanto del saber paladino o no oculto se alcanzaba en su época, y trataba de viajes, de planes políticos y de cuanto presumía que había de suceder en el mundo o que convenía que sucediese.
Acabóse la buena comida, ensillaron luego, y, sin que les sucediese cosa digna de contar, llegaron otro día a la venta, espanto y asombro de Sancho Panza; y, aunque él quisiera no entrar en ella, no lo pudo huir.
No se le ocultaba que corría grave riesgo de morir; mas, en el caso de que esto sucediese, la humanidad no perdería ninguno de los datos que había adquirido para su gran descubrimiento. Escribió previamente una larga memoria donde se apuntaban con toda claridad. Llegó el momento al fin.
Tomó la costumbre de no despedir sin limosna a ningún pobre que se la pidiese, pues, además de dictárselo así su corazón, tenía la multitud de casos en que Nuestro Señor o la Virgen se habían aparecido bajo la forma de pordioseros a muchos santos y santas. El temor y el deseo de que otro tanto le sucediese a ella, la obligaba a escudriñar el semblante de los pobres con cierta emoción.
Un instante después, mientras el carruaje corría camino de Madrid, no pudo contener la risa pensando: «Pobrecito niño... ¡jurar en falso! ¡Válgame María Santísima!... aunque no es mío, no quisiera que le sucediese cosa mala. ¡Angelito de su madre!»
Comprendí que mientras esto sucediese no podía ser feliz; que un pensamiento melancólico, una duda funesta iría siempre unida a mis transportes amorosos, mientras las escrituras de la herencia no estuviesen en mi poder. Cuando, al fin, eché la carta al correo con el documento notarial, respiré como si me hubiesen quitado un gran peso de encima.
Dispuestas así las cosas de aquella cristiandad, pasó á Tarija, donde el nuevo Provincial ordenó que el P. Juan Bautista de Zea le sucediese en el oficio de Superior, y él se quedase en la Presentación, y los PP. Diego Zenteno y Francisco Hervás pasasen á los Chiquitos.
Palabra del Dia
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