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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Sentía el Peregrino salir de Londres, á juicio de Bermúdez de Castro, porque allí pasaba la vida lejos de los negocios, sin tentaciones para su lealtad, y eso no había de sucederle en París, centro de intrigas anti-españolas . ¡Juicio bondadoso!
Estoy pendiente de esa pobre señorita... pensando en lo que puede sucederle. Y no entiendo de política...; no se ría usted..., no entiendo. Sólo entiendo de decir misa; y el caso es que no la he dicho hoy todavía, y mientras no la diga no me desayuno, y el estómago se me va.... Aplicaré la misa por la necesidad presente.
El buen señor no quiere todavía soltar su presa enteramente y me ha escogido para hacer sus veces mediante un poco de dinero y lejanas esperanzas. Pero estoy encantado, porque, si lo hago bien, y lo procuraré con todas mis fuerzas, estaré designado para sucederle un día. Y vuelvo a mi viaje, que te va a hacer mucha gracia. Figúrate que esta mañana una esquela de Lacante me llama a su lado.
Y, habiéndose ofrecido don Antonio de hacer lo que más le mandase, se despidió dél; y, hecho liar sus armas sobre un macho, luego al mismo punto, sobre el caballo con que entró en la batalla, se salió de la ciudad aquel mismo día y se volvió a su patria, sin sucederle cosa que obligue a contarla en esta verdadera historia.
El P. Barzola pasó al Chaco, redujo parte de los Guanás, y trayéndolos á las tierras de los Mbayás en esta banda, el año de 1772, les fundó una reduccion cerca de la anterior: pero la abondonó luego, sin que nadie fuese á sucederle, y me persuado que los indios que componian dichas reducciones, las habrán abandonado.
Algo ha modificado esa espontaneidad la influencia que sobre él ha ejercido la lectura frecuente de los poetas alemanes: influencia ménos perjudicial en Campo que en otros escritores, por ser ménos opuesta á la índole del talento de nuestro autor, á cuyo espíritu soñador y vago ha debido sucederle con las odas y baladas del inmortal autor del incomparable Wallensthein, lo que al viajante que hallándose en tierra extranjera, oye por azar palabras del habla nativa de labios de un natural del país.
Con la alegría, contento y ufanidad que se ha dicho, seguía don Quijote su jornada, imaginándose por la pasada vitoria ser el caballero andante más valiente que tenía en aquella edad el mundo; daba por acabadas y a felice fin conducidas cuantas aventuras pudiesen sucederle de allí adelante; tenía en poco a los encantos y a los encantadores; no se acordaba de los inumerables palos que en el discurso de sus caballerías le habían dado, ni de la pedrada que le derribó la mitad de los dientes, ni del desagradecimiento de los galeotes, ni del atrevimiento y lluvia de estacas de los yangüeses.
Ese sabe siempre a punto fijo, de muy buena tinta, los pormenores de la última batalla: sabe si don Miguel está en Coimbra, en Lisboa o en Badajoz; entiende muy bien la marcha de Nicolás, que así llama él con franqueza al autócrata ruso. Suele sucederle luego que los que él supuso entrar vencedores en un punto, entraron en él prisioneros; pero todo es entrar.
Así protestan; pero no triunfan, porque la ley de los más se impone al cabo. »Se va extendiendo demasiado esta carta, y aún me resta hablar a usted de los hombres; no mucho, porque habría de sucederle a usted con los que bullen y «dan el tono», lo propio que con las hembras equivalentes: no los conocería por más que se los fuera citando uno a uno.
El Príncipe despeñado. Dos partidos disputan en la corte de Navarra después de la muerte del rey García: uno, el de D. Sancho, hermano del muerto, que pretende sucederle, y otro, el que defiende los derechos de su hijo, aún no nacido. A su cabeza se hallan los hermanos Guevara, sosteniendo D. Martín las pretensiones de D. Sancho, y D. Ramón los derechos del Príncipe, cuyo nacimiento se espera.
Palabra del Dia
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