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Su corazon estará vivamente agitado: la dulcísima ternura, la profunda y suave melancolía, el odio, el amor, la ira, la generosidad, la audacia, el ímpetu, nacerán repentinamente en su pecho; sentiriáse bajo una influencia mágica que le conmueve á pesar suyo: las vibraciones de una cuerda habrán levantado en su corazon misteriosas tempestades que los esfuerzos de la razon bastan apenas á dominar.

3 en el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa. 4 Por cuanto me has alegrado, oh SE

Tiene el azul del Arte, la blancura del lirio y la rojez de Marte, por tres timbres gloriosos de su ilustre blasón. Sonríe, si la hiere la silbante metralla. Es su soñada gloria caer en la batalla, teniendo por sudario su santo pabellón. Es suave como el ritmo de las flautas bucólicas, que ensaya dulcemente en notas melancólicas, entre las verdes cañas, la brisa vesperal.

Sois de una constitución delicada, querida mía agregó con voz suave ; eso es lo que dice la señora de Winthrop. ¡Oh! yo soy más fuerte de lo que os imagináis, papá repuso Eppie , y si no hay bastantes piedras para cercar todo el jardín, servirán para proteger una parte. Después será más fácil conseguir palos u otras cosas para el resto. ¡Fijaos cuántas piedras hay alrededor de la cantera grande!

La dulce respiración de la Princesa y sus cabellos de oro acariciaban blandamente la cara de Pacorrito, haciéndole cosquillas y causándole cierta embriaguez. La mirada amorosa de la gentil dama ó un suave quejido de cansancio acababan de enloquecerle. En lo mejor del baile, los monos anunciaron que la cena estaba servida, y al punto se desconcertó el cotarro.

Había llegado en un sitio en que sus pasos ya no eran guiados por las cercas de las callejuelas, y vagó al azar, incapaz de distinguir ningún objeto a pesar de la inmensa capa blanca que la rodeaba y la creciente luz de las estrellas. Se dejó caer contra una mata aislada de retama. Era una almohada bastante blanda, y el lecho de nieve era también bastante suave.

Jamás había visto el cielo tan diáfano ni el campo tan hermoso, jamás percibí tan grato el aroma de las flores ni más suave las notas del ruiseñor, jamás sentí mi cuerpo tan vigoroso y mi espíritu más lúcido. Pero ¡ay! el hombre es siempre un niño que persigue mariposas al borde de un abismo.

Para esto siempre tenía que emplear el castellano: ¡Canalla! ¡Granuja! le decía . ¡Viejo cochino! ¡Cobarde! Marqués contestaba a los insultos con un ladrido suave, que parecía una quejumbrosa protesta, movía la cola como un péndulo y se ponía a andar en zig-zag, olfateando por todas partes. De pronto veía que algunas hierbas se movían y se lanzaba a ellas como una flecha.

A aquel mirador ó salón abierto, cuyo interior descúbrese completamente por los amplios arcos que constituyen dos de sus lados, se sube, no por escaleras, sino por una suave rampa construída sobre otros arcos de progresiva elevación.

Sólo se sentía el suave rumor de la brisa al pasar por entre los árboles del bosque. En cuanto a hombres, ni trazas de ellos había. Si hubiera habido alguno, habrían podido divisarlo, aun a larga distancia, a la luz de la luna, que era clarísima y estaba muy alta. No hay la menor novedad dijo Cornelio. Yo tampoco veo nada añadió Hans.