Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 4 de junio de 2025


Hizo una mueca amistosa a Ramón, que asomaba la cabeza por la puerta de la cocina, a espaldas de la niñera y se dejó arrastrar en su sillita al encuentro de su mamá. Por la noche, durante el sueño, volvió a aparecérsele a Lita su hada madrina. Pero ahora, en lugar de estarse ahí callada mirándola como otras veces, la habló en un lenguaje que parecía una música de campanillas de oro.

Pero se apresuró a disimularla riendo. ¡Ya lo decía! ¿Qué tienes que pedirme, rubita? En tomando el café lo sabrás. No pudo arrancarle antes el secreto. Arrimó una mesilla japonesa a la butaca donde estaba el duque. Para trajo una sillita dorada.

Estaba la otra tan violenta y tenía los nervios tan tirantes, que al apartar una silla la tiró al suelo, y al poner su manguito sobre la cómoda, dio contra un vaso de agua que en ella había. «Eso es, rómpeme la sillita... Mira cómo has derramado el agua». Mejor. ¿?... Ya te mejoraré yo, ya te arreglaré. Usted, señora, se arreglará sus narices, que a no me arregla nadie...

Si Pablo... ¡pero, qué! con las cuentas de sastres y zapateros de ese niño aturdido, ha molestado tanto al Habilitado, que no quiere éste adelantarle ya nada; todavía, si fuera una suma pequeña... ¡Señor! ¡Señor! ¿estaré condenada yo a pasar por tanta vergüenza? Amaneció, y la nueva luz encontróla en la sillita baja, pensativa.

La mañana se la pasaba entera sentado sobre su sillita de tijera en el muelle, o en las peñas de tras la iglesia, con un sombrero de jipijapa si hacía sol o un paraguas si llovía. Por la tarde, tresillo en el casino hasta las cuatro en que de nuevo tomaba la caña. Por la noche, tresillo en casa de D. Martín con éste y el P. Norberto.

Recogióse temprano misia Casilda, y sin desvertirse, pasó la noche en la sillita baja, delante del nicho vacío de la Virgen. Quilito no había salido, y esto la tranquilizaba, pero desesperábase de que la hora fatal estuviera tan próxima, y ella no hubiera encontrado más recurso que aquel descabellado, que le había venido a la imaginación, y que desechaba como impracticable y humillante.

Aquella tímida e insignificante criatura rehusaba con tenacidad levantarse de la silla. Fue preciso que su prima la cogiese enérgicamente por los brazos y la alzase casi a viva fuerza. Beata, chinchosa, ¿crees que te vas a condenar? Pierde cuidado, que nadie quita la sillita que tienes en el cielo. Pero se encontraron con que no había palillos.

El único que tenía consideración, el que menos guerra daba y el que menos comía era Maxi, el de la pasta de ángel, siempre comedido, aun después de que le volvieron tarumba los ojos de una mujer. Sobre esto reflexionaba doña Lupe aquella tarde, cosiendo en la sillita, junto al balcón de la calle, sin más compañía que la del gato.

Nadie oye a Nené: no la está viendo nadie. Su papá deja siempre abierto el cuarto de los libros. Allí está la sillita de Nené, que se sienta de noche en la mesa de escribir, a ver trabajar a su papá. Cinco pasitos, seis, siete... ya está Nené en la puerta: ya la empujó; ya entró. ¡Las cosas que suceden!

Concluida la comida, se diseminaban los comensales, unos a tomar café al despacho y a jugar al tresillo, otros a formar grupos más o menos animados y chismosos, y Guillermina a su sillita baja y al teje maneje de las agujas. Jacinta se le ponía al lado y tomaba muy a menudo parte en aquellas tareas, tan simpáticas a su corazón.

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando