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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Aquellos desunidos sillares formaron en otro tiempo la iglesia, el tribunal y la escuela de Cagsaua, pueblo que fué sepultado en la memorable noche del 1.° de Febrero de 1814. Noche de terror y espanto en que el Mayon lanzó sobre los dormidos pueblos todos sus gérmenes de destrucción. De la populosa y rica Cagsaua, solo queda la tradición escrita en informes restos.
La piedra tapizada de musgo y cubierta con la viscosidad que forma el continuo azotar de las aguas, le dan un todo imponente y majestuoso, que hace recordar los viejos sillares de los antiguos castillos descritos en legendarios romances. El que cruza de noche el amplio pretil que se extiende frente á la puerta del convento, insensiblemente acelera el paso.
Estaban en la catedral celebrándose los divinos oficios, con un inmenso concurso de fieles: acababa el sermon, y empezaron de repente sordos estampidos, el crujir de los retablos y de las bóvedas, el repetido vibrar de las paredes y columnas, el golpear de los sillares que caían desprendidos de la torre y el de los remites que se desgajaban del crucero.
Pero en medio de las mismas rocas se encuentra una especie de caos; agujas, piedras movedizas, montañas de peñascos, sillares superpuestos, torres dominadoras, muros apoyados unos en otros y que dejan entre ellos estrechos pasos, tal es la arista que forma el ángulo de la montaña.
Yo creí que serían, como otras veces, de la mezcla que une los sillares, pero miré a lo alto y vi que no: eran de la piedra blanca de la cornisa, donde hay un adorno que parece una fila de huevos y otra de hojas... de pronto ¡pum! otro pedazo gordo, como su cabeza de usted, y dio en la esquina del altar, y partió el mármol... y eché a correr hacia la sacristía. ¿Quién estaba allí?
Halleme, pues, desprevenida e indefensa en aquel inesperado trance de prueba; perdí mi poca serenidad, y pareciéndome que el castillo no se desmoronaba tan aprisa como lo querían mis desatinadas impaciencias, yo misma puse mis manos en él, y me atreví a arrancar sus sillares, uno a uno, hasta dejarle arrasado. El trabajo fue rudo, pero la conquista más señalada.
Llovían escombros. Al volver la cabeza vió su castillo transformado. Acababan de robarle medio torreón. Las pizarras se esparcían en menudos fragmentos; los sillares se desmoronaban; el cuadro de piedra de un ventanal se mantenía suelto y en equilibrio como un bastidor. Los maderos viejos de la caperuza empezaron á arder como antorchas.
La solidez de la obra, toda de magníficos sillares y la amplitud de la nave nos hizo sentir el injustificado estado en que se encuentra aquel edificio que á poca costa podría habilitarse y dársele aplicación. El camino de Tayabas á Sariaya está en muy buen estado.
Había recibido dos vagones de sillares y obtenido del director de la Compañía del Norte que le hicieran la descarga gratis con las grúas de la empresa... ¡los pasos que tuvo que dar para esto! Pero al fin se salió con la suya, y además quería que del transporte se encargara la misma empresa, que bastante dinero ganaba, y bien podía dar a los huérfanos desvalidos unos cuantos viajes de camiones.
A pesar de tener cabe sí un brasero con lumbre, Ramiro sentía colarse por las rendijas ese estremecimiento glacial de la atmósfera que anuncia la nevasca. Las losas de la calle y los sillares de los palacios tomaban tonos lívidos, ateridos. El viento ululaba.
Palabra del Dia
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