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«¡Qué horrible desgracia! exclamé . ¿Y seré yo quien lleve tan triste noticia a su afligida familia? ¿Pero, señor, está usted seguro de lo que dice? He visto con estos ojos al padre de ese joven, quejándose amargamente, y refiriendo los pormenores de la desgracia con tanta angustia que partía el corazón.

4 Yo medicinaré su rebelión, los amaré de voluntad; porque mi furor se apartó de ellos. 5 Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. 6 Se extenderán sus ramos, y será su gloria como la de la oliva, y olerá como el Líbano.

23 Mas ahora teniendo más lugar en estas regiones, y deseando ir a vosotros hace muchos años, 24 cuando partiere para España, iré a vosotros; porque espero que pasando os veré, y que seré llevado de vosotros allá, si empero antes hubiere gozado de vosotros. 25 Mas ahora parto para Jerusalén a ministrar a los santos.

Si doña Lupe se hubiera abalanzado a ella para pegarle, se habría dejado castigar. «Hace usted bien en largarse añadió la otra ya en la puerta . No seré yo quien la detenga... Viento fresco. ¡Qué casa esta y qué matrimonio! Nada me coge de nuevo... porque, lo repito, a todos engañó usted menos a ».

19 Y el respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de YO SOY delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20 Dijo más: No podrás ver mi faz; porque no me verá hombre, y vivirá. 21 Y dijo aún el SE

Si era así, no se daba cuenta de semejante fenómeno, y lo único que su rudeza sabía formular era esto: «Es que de tanto pensar me ha entrado talento, como a Maximiliano le entró de tanto quererme, y este talento es el que me dice que me debo casar, que seré tonta de remate si no me caso».

Y se dijo: «Esto de la sabiduría es un complemento necesario. Seré sabio. Hipócrates era el maestro de Platón, maestro al cual nunca llamó Sócrates Trabuco, ni le hacía falta. Desde entonces leyó periódicos y novelas de Pigault Lebrun y Paul de Kock, únicos libros que podía mirar sin dormirse acto continuo.

Yo me veía acosado por todas partes, me trataban todos aquí con acritud ó menosprecio. Usted sola alzó la voz, y la ha alzado varias veces después en favor mío, para decir que no era yo tan malo como creían. ¿cree usted que yo he olvidado, que podría, olvidar eso? No, señora. Yo seré todo lo que quieran; pero no soy ingrato.

Pero no abuse usted de mi benignidad para volver á las andadas, porque en ese caso, no seré ya tan indulgente, ¡Mis recuerdos á Clementina! Subió, y el coche partió al trote de un caballo que podía correr diez y ocho kilómetros por hora.

18 Escuchando, a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme y seré convertido; porque eres el SE