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Actualizado: 19 de junio de 2025


Sin que ella los provocase, acudían a su memoria recuerdos de la niñez, fragmentos de las conversaciones de su padre, el filósofo, sentencias de escéptico, paradojas de pesimista, que en los tiempos lejanos en que las había oído no tenían sentido claro para ella, mas que ahora le parecían materia digna de atención.

Segun esto, dirá alguno, no ha de creerse á los Maestros, ni á los peritos. Yo siempre aconsejaré, que no se crean unos, ni otros ciegamente, y sobre su palabra, sino por las razones de su doctrina; y nada es mas conducente que respetar á los Maestros y á los peritos, y no jurar en defensa de sus palabras y sentencias.

Yo estaba tan mal ahorcado, que no podia ser mas: el executor de las sentencias de la santa inquisicion, que era subdiácono, es verdad que quemaba las personas con la mayor habilidad, pero no entendia cosa en materia de ahorcar: la soga que estaba mojada apretó poco, en fin todavía estaba vivo.

Dijo algunas generalidades que á él le parecían muy nuevas, pero que en realidad eran viejísimas, y concluyó un párrafo con dos ó tres sentencias plutarquianas, que á él le parecían encajar como de molde, pero que no produjeron sensación ninguna. El esperaba un aplauso: nadie aplaudió. Lázaro estaba acostumbrado á oír aplausos desde el principio: esto le daba estímulo.

Todos ellos evitaban deliberadamente lo popular, y preferían la poesía erudita, lo cual explica que encontremos en sus obras pobres sentencias y prosáicos silogismos, en vez de la expresión espontánea del sentimiento, y manoseadas frases en vez de verdadera pasión.

Con aquellas sentencias desaparecieron de la escena los dos famosos alumbrados que tanto ruido dieron, terminando su vida obscuramente y arrepentidos, según es de creer, de sus pasadas locuras y escándalos.

Mejor harías continuó la voz perdiendo mucho en lo dulce y ganando mucho en lo agrio, en impedir que tu marido diese lugar a lo mucho que se habla en Madrid sobre su conducta, que en defenderlo, alejando de aquí a todos tus amigos, con esas asperezas y repulsivas sentencias que sin duda tienes prevenidas por orden de tu confesor.

Como por un vergel encantado que se representa en sueños, donde se hunde el pié de trecho en trecho, así discurre la imaginacion por la maravillosa y singular historia de estos tiempos. An-nasir, Al-hakem, Almanzor, poseen para los míseros mozárabes la magia de Circe: alucínanlos con el esplendor de su cultura, y cuando mas desprevenidos estan los aterran con sentencias de muerte.

Todo se comenta en el café: los misterios de la Corte, la conducta del Gobierno y de las Cámaras, las manifestaciones de la prensa, las causas y sentencias ruidosas, los grandes escándalos, los sucesos internacionales y los triunfos gloriosos del literato y del torero, del orador y de la cantatriz.

Los que usan de vanos adornos en los escritos, de lugares comunes, y sentencias vulgares, incurren en este defecto, porque dicen cosas que nadie ignora, y quitadas no harian falta. Así es suma necedad empezar un discurso diciendo: El tiempo es precioso, como dice Séneca; ó de este modo: La verdad es buena, como dice S. Agustin, porque estas sentencias son tan comunes, que todos las saben.

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