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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Las dos extranjeras fueron inmediatamente notadas y apreciadas como merecían, por las treinta o cuarenta personas que constituyen una especie de tribunal misterioso, que sentencia a nombre de todo París, y cuyas sentencias son sin apelación.

Todo aquel fárrago de sentencias estéticas lo guardaba con las cartas y los mechones de pelo. Doña Casta no permitía aún al apreciable joven entrar en la casa.

De esta parte se desprendía un corredor con barandado basto, que era la calleja de amargura por donde se habían de conducir los Reos a oir sus sentencias en una como jaula bolada, hacia el frente del Altar, en proporcionada distancia.

Achaques son del tiempo; hoy todo el mundo sentencia, hasta el bufón del rey; ¡y qué sentencias dice á veces el bueno del tío Manolillo! Los cuernos del venado ó gamo, cuando están cubiertos de pelo, tienen las puntas muy tiernas.

Por ella se muestran los rectos caminos del vivir, los oráculos dictan sus sentencias, se levantan los muros de las ciudades y se congrega en paz el linaje humano, sujetándose a leyes sabias y justas.

Tiene opiniones generalmente extremas, porque se figura que pensar fuera del sentido común es colocarse en la categoría de las almas privilegiadas. Sus juicios son duros e inflexibles, porque su escasa vista no distingue los matices, pero pronuncia sus sentencias en voz baja e indiferente, por haber oído decir que es de buen tono no animarse por nada.

Cada cual recordó allá en sus adentros alguna de las varias sentencias vulgares que sostienen como verdad la transmisión de la culpa por medio de la sangre: de tal palo, tal astilla; la cabra tira al monte; quien lo hereda, no lo hurta; de casta le viene al galgo el ser rabilargo, y así la madre, así la hija y así la manta que las cobija.

Este es un anillo que debió pertenecer á Sila, continuó Simoun. Era un anillo ancho, de oro macizo, con un sello. Con él había firmado las sentencias de muerte durante su dictadura, dijo Cpn. Basilio pálido de emocion. Y trató de examinarlo y decifrar el sello, pero por más que hizo y le dió vueltas, como no entendía de paleografía, nada pudo leer.

¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? -dijo don Quijote-; que cuando comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas, que te lleve. Dime, animal, ¿qué sabes de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna? ¡Oh! Pues si no me entienden -respondió Sancho-, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates.

-Los refranes de Sancho Panza -dijo la duquesa-, puesto que son más que los del Comendador Griego, no por eso son en menos de estimar, por la brevedad de las sentencias. De decir que me dan más gusto que otros, aunque sean mejor traídos y con más sazón acomodados.

Palabra del Dia

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