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Los cinco señores del Consejo Ejecutivo vivían en el centro del palacio; en una ala estaba la Cámara de diputados, y en la opuesta, el Senado. A la mañana siguiente de la entrada de Edwin en la capital, este palacio, que era como el corazón de la República, reanudó su vida más temprano que en los días anteriores.

Cierto caballero influyente en la comisión de gobierno interior del Senado, que había menester una plaza vacante para uno de sus protegidos, supo que Pepe era hermano del clérigo autor del sermón censurado por la prensa y, sin otro motivo, logró que le dejaran cesante.

Lástima que no corresponda nuestro material de guerra al valor y a la pericia de los oficiales. ¿Corren mucho las escalas? ¿Da mucho que hacer la dirección de un puerto? Pensaba presentar en el Senado una moción, pidiendo la construcción de dos acorazados. ¿Y Pablito, se divertía mucho en Sarrió? ¿Qué recursos ofrecía aquella villa a los jóvenes? ¿Había estado en Madrid?

Tal vez el temible orador estaba ya hablando á estas horas. Flimnap corrió al palacio del gobierno, entrando en el ala ocupada por el Senado. Su amor por Gillespie le sugería las más atrevidas resoluciones. El tímido profesor, que pocos días antes era incapaz de la más pequeña iniciativa, se asombraba ahora de su audacia.

En el Senado, el ideal de Sarmiento. Desde las altas tribunas, la Cámara parece un campo de nieve. Cabezas blancas por todas partes. Preside León Say, con su insoportable voz de tiple, gangosa y nasal. Ancianos que entran apoyándose en sus bastones y cuyos nombres vuelan por la barra.

Grave era la cuestión que Currita había sometido el día antes a sus despabiladas luces, y digna de sujetarse al arbitraje de un areópago de elegantes, como Domiciano sujetó en otro tiempo a las discusiones del Senado la salsa en que había de guisarse un rodaballo.

Da licencia á las bandas de ladrones para entregarse públicamente á sus excesos, y dispone que los matrimonios se anulen de cuatro en cuatro años; disuelve el Senado, obliga á los senadores á vestirse de mujeres para burlarse de ellos, y renueva la herejía de los Iconoclastas.

»(Indignada otra vez.) Pero el marqués... ¡vaya un apunte! Quien le oye y no le conoce, cree que es el hombre más juicioso del mundo. No habla más que del Senado y de las cosas que ha dicho o va a decir allí. ¡Qué pico de oro!

Bien puede la ciudad toda cercarse, Sino es la parte por do el rio la baña. Vamos, y venga luego á efectuarse Esta mi nueva poco usada hazaña, Y si en nuestro favor quiere mostrarse El cielo, quedará subjeta España Al senado Romano solamente Con vencer la soberbia de esta gente. Sale una doncella coronada con unas torres y trae un castillo en la mano, la qual significa ESPA

Decía esto con un tono amargo, con la misma expresión con que anonadaba a los gobiernos en el Senado por su falta de protección a los trigos; y Maltrana acabó por indignarse también contra los maldicientes que suponían al marqués de Jiménez incapaz de escribir un volumen. Isidro salió de allí sin recibir dinero ni un nuevo encargo.