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La mansión, con frecuencia habitada por pintores, era bastante sencilla, pero dominaba el radiante valle del Sena, mientras que a sus espaldas desarrollábase el siempre grandioso panorama de París.

Es una mujer que parece está bebida; pero muy bebida... ¿Y no acierta quién es?, la señá Mauricia. ¿Pero oyes, mujer, has oído? dijo doña Lupe desde el pasillo volviendo a la sala . Mauricia... borracha... ahí tienes lo que reúne tantísima gente. ¿Pero la viste bien?, ¿estás segura de que es ella? preguntó Fortunata pasado el primer momento de asombro. , señorita, ella es...

Vamos a la Exposición, a esta visita que se están haciendo las razas humanas. Vamos a ver en un mismo jardín los árboles de todos los pueblos de la tierra. A la orilla del río Sena, vamos a ver la historia de las casas, desde la cueva del hombre troglodita, en una grieta de la roca, hasta el palacio de granito y ónix.

Velázquez sonriendo procuró calmarle; pero cuanto más pacífico se mostraba, más se crecía el anciano, hasta el punto de que, temiendo que se propasara á vías de hecho, el señor Rafael, que era el menos borracho de todos, hizo seña al guapo de que se fuese.

Pues debe de estar ahora más pobre que una rata, porque las noches se las pasa... ¿Dónde? En los palacios encantados de la señá Bernarda, calle de Mediodía Grande... la casa de dormir, ¿sabe? ¿Qué me cuentas? Ese Ponte duerme allí cuando tiene los tres reales que cuesta la cama, en el dormitorio de primera. estás trastornada, Benina. Le he visto, señora. La Bernarda es amiga mía.

Quiso éste acompañarla hasta su casa: la prendera no lo consintió. Pero cuando se estaban despidiendo cruzó como un huracán a su lado don Laureano Romadonga. ¿Qué le pasa a ese hombre? preguntó la seña Rafaela. No ; va muy pálido. Nunca le he visto de ese modo.

Tambien llegaron á la rica tierra, Puestos debaxo de una blanca seña, Por la parte derecha de la sierra Otros, de quien tomó luego reseña Apolo: y era dellos el primero El joven DON FERNANDO DE LODE

Un día, un aeronauta, enredado en el cordaje de su barquilla, asfixiándose por el gas que se escapaba del globo, cayó en medio del Sena, entre dos hileras de pescadores, inmóviles como estatuas á lo largo del margen. Ninguno se movió.

Tenía cierto aire de resolución y miraba siempre de frente, acompañando sus palabras con un movimiento de brazos autoritario, como hembra acostumbrada a mandar la primera en su casa. Usted es la de Astorga ¿verdad? dijo Maltrana, que pretendía recordar los nombres y el origen de todos los del buque . Espere... Usted es la señá Eufrasia.

«El demontre del viejo se decía la señá Benina, metiéndose a buen andar por la calle de las Urosas , no puede hacer más que lo que le manda su natural. Válgate Dios: si cosas muy raras cría Nuestro Señor en el aquel de plantas y animales, más raras las hace en el aquel de personas.