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Actualizado: 20 de julio de 2025
Al aproximarse á la línea ecuatorial, la brisa iba cayendo y la atmósfera se hacía sofocante. Era la zona de las calmas, el Océano de aceite obscuro, en el que permanecen los buques semanas enteras con el velamen rígido, sin que lo haga estremecer un suspiro atmosférico.
Pero he estado en un baile en su casa, hará como seis semanas. ¡En un baile en su casa... y no la conoces! ¿Qué clase de mujer es entonces? ¡Encantadora, deliciosa, ideal, una maravilla! ¿Y existe un señor Scott? Seguramente; un hombre alto y rubio que estaba en el baile. Allí me lo mostraron. Un hombre que saludaba al acaso, a derecha e izquierda, y no se divertía nada, os lo aseguro.
Veinte mil francos contestó el doctor . De esos cobro cinco o seis mil. ¿Y el resto? Me lo quedan a deber. Nosotros no tenemos derecho a acudir a los juzgados. ¿Haría usted el viaje a Italia por veinte mil francos anuales? Mi pobre conde, no hablemos de años. Lo que le queda de vida debe contarse por meses, quizás por semanas. ¡Pongamos dos mil francos al mes y sea usted de los nuestros!
No dijo una palabra, apenas derramó una lágrima, pero el mal que la roía interiormente, hizo rápidos progresos y, aun cuando hubiera salvado de la fiebre tifoidea que la acometió cuatro semanas más tarde, el pesar se la habría llevado seguramente.
Pero á continuación no pudo evitar un sentimiento de celos contra este pobre joven obscuro y enfermo. Vivía á todas horas cerca de Alicia, mientras él no lograba verse admitido en su «villa» ni como simple visitante. ¿Por qué?... Llevaba varias semanas haciendo conjeturas, atisbando una ocasión para encontrarse con Alicia.
Al principio, cuando yo tenía que entrar aquí con esos barrilillos a la espalda, sudaba la gota gorda; pero ahora ya me he acostumbrado. ¿Y si se te escurriera un pie? Pues nada; se acabaría todo. Lo mismo da morir ensartado en un abeto que toser durante semanas y meses tendido en un jergón. En tal momento, Divès iluminaba con la linterna las pilas de barriles, que llegaban hasta la bóveda.
Estuvimos cuatro semanas con tres naves en la Palma, proveyéndonos de vituallas, hasta que vino órden de D. Pedro de Mendoza para proseguir viage.
Una visita de pocos días cada dos semanas y hasta cada mes, ¿podía satisfacer a un corazón enamorado y celoso? ¿Podía Zakunine, si la amaba, permanecer lejos, cuando sabía que otro quería arrebatarle su bien?
Cierto es que á veces transcurrían semanas enteras sin que las miradas de la criaturita se fijaran en la letra escarlata; pero también es cierto que lo contrario acontecía cuando menos se esperaba, y siempre con aquella sonrisa peculiar y la extraña expresión de los ojos de que ya se ha hablado.
Palabra del Dia
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