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Actualizado: 12 de junio de 2025
Anda y pídele a tu padre su bendición.» Medio pollito se acercó al respetable autor de sus días, bajó la cabeza para besarle la pata y le pidió la bendición. El venerable pollo se la dio con más dignidad que ternura, porque no le quería, en vista de su carácter díscolo. La madre se enterneció, en términos de tener que enjugarse las lágrimas con una hoja seca.
Ocioso es añadir que se guardó para sí estas doctrinas escandalosas porque era difícil expresarlas delante de las madres. Las Micaelas por dentro i Cuando las dos madres aquellas, la bizca y la seca, la llevaron adentro, Fortunata estaba muy conmovida.
En pie, delante de ellos, la señora María la Sabia, extendiendo el dedo negro y nudoso cual seca rama de árbol, los consultaba con ademán reflexivo.
Sin embargo, en estos últimos tiempos he temido muchas veces caerme en la calle. ¿Tose usted? Hace un mes que tengo una tosecilla seca, y el lunes he esputado un poco de sangre. Me alarmé bastante y fui a consultar con un médico que conocía... ¿La sangre vino en forma de vómito o mezclada con saliva? Nada más que un poquito entre la saliva. Antes, ¿no había usted consultado?
Anduvo Febrer entre paredes de piedra seca que contenían pendientes bancales, y otras veces por senderos pavimentados de guijarros azules, que las lluvias de invierno convertían en encajonados barrancos. Luego dejó de ver tierras removidas y surcadas por el arado: el suelo compacto cubríase de bravia y espinosa vegetación.
Con todo de haber llovido hace dos dias, la hallamos casi seca, pues no hay agua para los caballos. Ademas la tierra no promete fertilidad, su color es pardusca y mezclada con arena, el agua de los manantiales es algo gruesa pero azul, y será con mas abundancia siempre que los caven.
Rodeaba los ojos un círculo negro, como hecho al difumino. Los labios, apretados, parecían dos hojas de rosa seca. El conjunto era cadavérico.
Hasta las rejas de la planta baja, devoradas de orín, subían las plantas parásitas, y festones de yedra seca y raquítica corrían por entre las junturas desquiciadas de las piedras.
La madre por fin se dirigió a mí con una triste y seca sonrisa: Qué cosa más horrible, ¿no? ¡Da pena! ¡Horrible, horrible! No era la enfermedad, sino la situación lo que les parecía horrible. Estaba visto que todas las galanterías iban a ser para mí en aquella casa. Primero el hermanito, luego la madre.
Aguardaban horas enteras a que una gallina solitaria se aproximase a ellos, y retorciéndola el cuello continuaban la marcha, para encender una hoguera de leña seca en mitad de la jornada y engullirse el pobre animal chamuscado y medio crudo con una voracidad de pequeños salvajes. Temían a los mastines del campo más que a los toros.
Palabra del Dia
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