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Actualizado: 5 de mayo de 2025
En cuanto a don Sebastián, descansa, Gabriel. Nada dirá, si es que conseguimos traer a la chica. ¿Y por qué había de decir...? Hay que tener caridad con el semejante, y ellos más que nadie. Porque al fin, créeme, Gabriel... ¡hombres!, ¡nada más que hombres! Las gentes de la Primada acogían con obstinado silencio la menor alusión al prelado reinante.
Había sido, durante el verano, objeto de la risa de todos los amigos. ¡Lo que se habían burlado en San Sebastián los de la tertulia del jefe!... Decían a gritos que el libro no era suyo; que se lo había escrito un joven a cambio de unas pesetas, y que este joven se divertía a su costa citando autores fantásticos, copiando párrafos de libros que no existían.
Sebastián, que tantas veces había contemplado a su espada ensangrentado y herido, sin perder por esto la serenidad, sentía ahora la angustia del miedo viéndolo inerte, con una blancura verdosa, como si estuviese muerto. ¡Por vía e la paloma azul! gimoteaba . ¿Es que no hay médicos? ¿Es que no hay nadie?
Vamos a ver dijo imperiosamente, después de un largo silencio . Tú que me conoces mejor que nadie: ¿soy tan malo como suponen los enemigos? ¿Merezco que el Señor me castigue por mis faltas? Tú eres un alma de Dios, sencilla y buena, y sabes más de esto con tu instinto que todos los doctores en Teología. ¿Usted malo, don Sebastián? ¡Jesús...! Usted es un hombre como los otros: ni más ni menos.
En todos los comercios y puestos de comestibles principales, llegó a tener Emma cuentas enormes. «Ni el tío Nepomuceno, ni Bonis, ni Sebastián, sospechaban que existiera aquel agujero que ella iba haciendo con las uñas en el fortunón que ellos tal vez habían creído heredar de un día a otro».
En vez de comprar otras nuevas, gasto el dinero en misas y regalos á San Sebastian, aunque no creo mucho en su virtud porque el cura las dice de prisa y corriendo y el santo es enteramente nuevo, y todavía no sabe hacer milagros, y no está hecho de batikulin sino de laniti... ¡Ay! ¿Qué va á decirme tu padre cuando me muera y le vea?
Las quatro partes enteras de la Coronica de España que mandó componer el Serenissimo Rey don Alonso llamado el Sabio... Vista y emendada mucha parte de su impression por el maestro Florian Docampo, coronista del Emperador Rey nuestro Señor. En Valladolid, por Sebastián de Cañas. Año de 1604, f. 3247.
La señora Angustias le quería con ese cariño de los humildes que, al encontrarse en un ambiente superior, se juntan en grupo aparte. Siéntate a mi lao, Sebastián. ¿De verdá que no quieres na?... Cuéntame cómo marcha el establesimiento. ¿Teresa y los niños, güenos?
A los ocho días la de Valcárcel comprendió que no era aquel el Bonifacio que ella había soñado. Era, aunque muy pacífico, más molesto que el curador-mayordomo, y menos poético que el primo Sebastián, que la había amado sin esperanza desde los veinte años hasta la mayor edad.
Su habilidad en tocar las castañuelas es verdaderamente prodigiosa. »No se crea, por lo demás, partiendo del supuesto de que San Sebastián es una población poco importante, que estos actores sean distintos de los de Madrid. Los del Rey serán, á la verdad, mejores; pero no por eso será muy grande la diferencia entre unos y otros.
Palabra del Dia
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