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Actualizado: 3 de junio de 2025


Cuando esta historia de su tibieza y de sus cobardes y perezosas transacciones con el mundo pasaba por la memoria de Ana, con formas plásticas, teatrales gracias a la salud que volvía a rodar con la sangre , sentía la débil convaleciente remordimientos que ella se complacía en creer intensos, punzantes. «¡Oh! ¡qué diferencia entre aquel sopor moral en que vivía pocas semanas antes, y la agudeza de su conciencia ahora, allí postrada, sin poder levantar el embozo de la colcha con la mano, pero con fuerza en la voluntad para levantar el plomo del pecado, que la abrumaba con su pesadumbre!».

Pero á pesar de la divergencia de opiniones en el particular, lo cierto era que su salud estaba muy quebrantada.

Vamos en busca de la tarima manifestó Elena secamente y echando a andar con una resolución que sorprendió a Núñez. Este, antes de seguirla, se volvió hacia los pastores: ¡Salud, amigos! Seguid cuidando fielmente de los puercos de vuestro señor. Aquí no ha habido puercos, caballero, hasta el día de hoy respondió el tío Leandro gravemente. Núñez le clavó una mirada insolente y escrutadora.

Y estas pobres gentes decían: No, no queremos a nuestro lado falsos doctores; no queremos palabras seductoras; no queremos bellos proyectos. Nosotros somos pobres y nos bastamos a nosotros mismos. En nosotros está la salud, y nosotros curaremos a este hombre.

No podía él ya justamente hacerse desentendido á aquellas súplicas, y más cuando la gracia no sería menos poderosa que la eficacia de sus palabras para su conversión, y para que con la salud del cuerpo recibiesen también la del alma; por esto preguntaba á los enfermos si de corazón creían en Jesucristo, y querían bautizarse; y respondiendo ellos que verdaderamente.

Lita y su madre habían estado dos veces en mi casa después que yo estuve en la suya. Una de ellas, según me declararon, para pagarme la visita y saludar, de paso, a mi tío; y la otra, por mi tío solamente, cuya salud les interesaba mucho; además de que, como no podía salir de casa, iban a hacerle un rato de compañía, como siempre que lo permitían el tiempo y sus ocupaciones.

Recobrose del estómago con la vida activa del campo; pero la tos siguió molestándole bastante. Para hacerla desaparecer, por consejo de los médicos, se fue a tomar las aguas de Panticosa. No consiguió aliviarse notablemente. Volvió en mediano estado a Madrid en el mes de Setiembre. Desde esta época ya no gozó un día de salud; cada día peor, más flaco y más pálido.

La señora de Montauron, que envejecía en tiempo y declinaba en salud, hacía fecha que pensaba en procurarse una señorita de compañía que aliviase el peso de su soledad y la carga de sus enfermedades. Exigía que fuera hermosa, a fin de que su presencia viniese a ser como un cebo para el sexo fuerte, de cuyos atractivos había sido siempre la baronesa devota fervientísima.

Desde que el médico declaró que la mejoría, aunque lenta, sería continua probablemente, Quintanar, muy contento, no permitió que se dudase de aquella no interrumpida marcha en busca de la salud.

Tomó él entonces el arco y las saetas. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey, 17 y dijo: Abre la ventana de hacia el oriente. Y cuando él la abrió dijo Eliseo: Tira. Y tirando él, dijo [Eliseo]: Saeta de salud del SE

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