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7 Y pondré al monte de Seir en asolamiento y en soledad, y cortaré de él pasante y volviente. 8 Y llenaré sus montes de sus muertos; en tus collados, y en tus valles, y en todos tus arroyos, caerán muertos a cuchillo. 9 [Yo] te pondré en asolamientos perpetuos, y tus ciudades nunca más se restaurarán; y sabréis que yo [soy] el SE

Atónito el enanillo de Saturno con sus respuestas, estaba tentado á creer que eran mágicos aquellos mismos á quienes un quarto de hora ántes les habia negado la inteligencia. Díxoles finalmente Micromegas: Una vez que tan puntualmente sabeis lo que hay fuera de vosotros, sin duda que mejor todavía sabréis lo que hay dentro: decidme pues qué cosa es vuestra alma, y cómo se forman vuestras ideas.

Nada sabréis, porque el rey y yo estábamos solos. ¿Y no puede el rey perdonaros?... El rey me hará ahorcar el día que me coja... Sois cruel; sois miserable... habéis cometido conmigo un crimen inaudito y no lo queréis reparar. No puedo... pero nadie conocerá... Eso es imposible. Os juro que el secreto quedará únicamente entre los dos. ¿Por qué no me habláis con vuestro acento natural?

Ya se podía conocer perfectamente todo el campo. Prestad atención y sabréis cómo era.

« Pues estaba Fernando de aprendiz en la zapatería del difunto Ichtaber, el Chato de Tolosa, y no si vosotros sabréis, pero Ichtaber era un zapatero viejo y muy rico. Tenía Fernando de novia una chica muy guapa, pero Ichtaber, el Chato, al verla la empezó a cortejar y a decir si se quería casar con él, y, como era rico, ella aceptó. El hacía como que no se incomodaba, pero se vengó.

2 Hijo de hombre, ¿qué es el palo de la vid más que todo palo? ¿El sarmiento qué es entre los maderos del bosque? 7 Y pondré mi rostro contra ellos; de [un] fuego salieron, y [otro] fuego los consumirá; y sabréis que yo [soy] el SE

Tal era nuestro furor bélico en aquella fácil victoria, que D. Diego, Marijuán y yo, no encontrando a derecha e izquierda francés alguno, hacíamos grande estrago con nuestros sables en los arbustos del camino, diciendo: «Perros, canallas, ya sabréis cómo las gastamos los españoles

-La del Señor no me falte, que es la que hace al caso. «Y en lo demás sabréis que, aunque el tío proponía a la sobrina y le decía las calidades de cada uno en particular, de los muchos que por mujer la pedían, rogándole que se casase y escogiese a su gusto, jamás ella respondió otra cosa sino que por entonces no quería casarse, y que, por ser tan muchacha, no se sentía hábil para poder llevar la carga del matrimonio.

12 [Yo] he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Entre las [dos] tardes comeréis carne, y mañana os saciaréis de pan, y sabréis que yo [soy] el SE

Contad, que me desvivo por saber algo de vos. Pues bien, sabréis la historia, pero no el nombre. Algo he de otorgar al hombre que ha hecho de su hermano un enemigo, por culpa mía. Después de todo, Hugo dijo que venís derechamente del convento, de suerte que será esto á manera de confesión, como si fuerais un reverendo de barba blanca ¿eh?