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Actualizado: 8 de junio de 2025
Como los hombres de remotas edades, estamos libres de convencionalismos; nuestra gravedad de encargo puede desaparecer para ser sustituída por franca y ruidosa alegría; nosotros, civilizados, envejecidos por el estudio y la experiencia, nos encontramos hechos niños como en los primeros tiempos de la infancia del mundo.
Por esta vez la envidia había errado el golpe. La primer noche que se presentó en el café, sus amigos se pusieron en pie y palmotearon briosamente. Los demás asistentes siguieron el ejemplo: se le hizo una ruidosa ovación, de la cual dieron cuenta al día siguiente los periódicos.
Á la misma hora dos señoras enlutadas y envueltas en largos velos bajaron de un coche y, no sin inquietud, echaron en derredor una mirada. Una actividad ruidosa reinaba en el muelle del Támesis, lleno de trabajadores ocupados en descargar los steamers alineados á lo largo del puerto.
¿Y qué tiempos fueron esos? preguntó irónicamente. Urquiola, dichoso por poder mostrar ante Pepita y su madre aquella oratoria ruidosa que tantos éxitos le había valido en los ejercicios literarios de Deusto, acometió impetuosamente. ¡Parecía imposible que un vizcaíno hiciese tal pregunta! ¿Qué tiempos habían de ser?
La grúa hasta funcionó sobre su corazón para sacar del bolsillo más alto de su chaqueta un gran disco sujeto por una cadenilla á un orificio abierto en la tela; un disco de metal grosero, con una cara de una materia transparente muy inferior á nuestros cristales; máquina ruidosa y primitiva que sirve entre los Hombres-Montañas para marcar el paso del tiempo, y que haría reir por su rudeza á cualquier niño de nuestras escuelas.
Los hijos de los que asistían con religioso y concentrado entusiasmo al achicharramiento de herejes y judaizantes se dedicaron a presenciar con ruidosa algazara la lucha del hombre con el toro, en la que sólo de tarde en tarde llega la muerte para el lidiador. ¿No es esto un progreso?... Ruiz insistía en su idea.
Desde una hora antes, la calle de Alcalá era a modo de un río de carruajes entre dos orillas de apretados peatones que marchaban hacia el exterior de la ciudad. Todos los vehículos, antiguos y modernos, figuraban en esa emigración pasajera, revuelta y ruidosa: desde la antigua diligencia, salida a luz como un anacronismo, hasta el automóvil.
Algo estridente, como si acabara de rasgarse la vieja decoración del fondo; un silbido rabioso, feroz, desesperado, que pareció hacer oscilar las luces de la sala. ¡Silbar a Franchetti antes de oírle! ¡Un tenor de cuatro mil francos! La gente de palcos y butacas miró al paraíso con el ceño fruncido; pero arriba la protesta fue más ruidosa. ¡Granuja! ¡Canalla! ¡Golfo! ¡A la cárcel con él!
En realidad, durante sus partidas de campo con mujeres, el español se preocupaba más de los preparativos culinarios que de satisfacer el sentimentalismo más ó menos frágil de la compañera que le había deparado la casualidad. Torrebianca había llegado á ver á través de esta alegría ruidosa y materialista cierto romanticismo que Robledo pretendía ocultar como algo vergonzoso.
Se prolongaban los rostros con gemelos y catalejos; los vendedores populares ofrecían toda clase de artículos ópticos... Y durante una hora se desarrollaba el espectáculo apasionante de la cacería aérea, ruidosa é inútil.
Palabra del Dia
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