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Actualizado: 3 de junio de 2025


Dos robustos y estupendos rufianes le tenían bien cogido entre sus enormes manazas fuertes como el hierro, y Teletusa y Tiburcio, sin dejar de reír, le ataban de pies y manos con suma destreza y valiéndose de lienzos retorcidos a falta de cuerdas que por allí no había. ¡Matadme o soltadme para que le mate! gritaba Pedro Carvallo.

Dejáronle y, sacándola, abrióla; y echando en un vaso un poco de vino, salió con la lana y estopa un vino salvaje, tan barbado y velloso que no se podía beber ni colar. Entonces acabó de perder la paciencia el viejo, pero viendo las descompuestas carcajadas de risa, tuvo por bien el callar y subir en el carro con los rufianes y las mujeres.

Huyendo de las garras de la justicia andaba el ínclito Xeniz en 1595, cuando el 26 de Julio acudió á un ventorrillo de la Puerta de la Barqueta, en el cual se juntaron gran número de rufianes y mujeres de vida airada á divertirse alegremente, como gente de ancha conciencia que era.

Blas Nasarre llama á Lope de Vega el primer corruptor del teatro: se propuso desterrar de sus composiciones, según dice, toda verosimilitud, toda regularidad y toda decencia; sus criados hablan como cortesanos, los príncipes como rufianes, las damas de calidad como mujeres vulgares; sus obras son abortos de una imaginación extraviada, y de la arbitrariedad y del capricho, no guardándose en ellas la unidad del lugar, ni la del tiempo, ni la de acción, los primeros requisitos esenciales de todo buen drama.

Otra vez, va a retar en su propio nido de águilas a un terrible bandido de las gargantas de Ollionles, el conde Severan, entre sus matones y sus rufianes... ¡Valiente mozo más templado es ese mocito Calendal!

Los rufianes dijeron: -Bien haya el licenciado; hágalo, que es razón. Con esto, se llegó y sacó al pobre viejo, que dormía, de debajo de los pies unas alforjas, y desenvolviéndolas halló una caja, y como si fuera de guerra hizo gente. Llegáronse todos, y abriéndola, vio ser de alcorzas.

Verdad es que para tenerlas, no reparaba en escrúpulos, y así se las manejaba de manera harto donosa, siendo protector de rufianes y valentones, á quienes sacaba el dinero por tenerlos al amparo de la justicia, teniendo de su particular predilección á Juan de Barrio, rufián célebre en Sevilla por sus tropelías, y á otros no menos conocidos como Francisco de Espino, Francisco Bautista, Medrano y Escamilla, siendo también muy señalada su protección á la Garrida y á María Pérez, dos mozas de chapa, regatonas de pescado en la Costanilla.

Palabra del Dia

rigoleto

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