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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Quiero dejar aquí consignada una anécdota muy original, relacionada con Juan Jacobo Rousseau y la mariscala de Luxemburgo, con la cual mi madre estaba unida muy íntimamente.
Confieso que pensaré siempre en este particular como Rousseau, y los más rígidos moralistas y legisladores, y obraré como el primer calavera de Madrid. ¡Triste lote del hombre el de la inconsecuencia!
Desde entonces empiezan a llegarnos libros europeos que nos demuestran que Voltaire no tenía mucha razón, que Rousseau era un sofista, que Mably y Raynal eran unos anárquicos, que no hay tres poderes, ni contrato social, etcétera, etc. Desde entonces sabemos algo de razas, de tendencias, de hábitos nacionales, de antecedentes históricos.
Aquí tienes, hija mía dijo mi madre, el hombre sensible como dicen las gentes. ¡Insensato, le llamo yo, cuya enfermedad cerebral le ha destrozado el corazón! Si el genio no es acompañado del buen sentido, no es genio, es locura; buena prueba de ello son el Tasso y Rousseau. Si Dios nos envía el genio, bien venido sea, pero una madre solamente debe desear para sus hijos el buen sentido.
Fueron: el señor Foja, ex-alcalde, Paco Vegallana y Joaquín Orgaz. Los recibió el señor Guimarán en su despacho, lleno de periódicos y bustos de yeso, baratos, que representaban bien o mal a Voltaire, Rousseau, Dante, Francklin y Torcuato Tasso, por el orden de colocación sobre la cornisa de los estantes, llenos de libros viejos.
Es cierto declaró el señor Aubry con voz débil, he tenido una fuerte conmoción... moral... una gran contrariedad... No sé lo que pasó después... me desvanecí. Rousseau, el jefe de los talleres encontró a papá tendido, sin conocimiento, en su escritorio. Afortunadamente tuvo la feliz idea de mandar buscar un médico y de llamarme por teléfono.
Volaba el mail-coach por la carretera, dejando atrás los baños de San Juan, el caserío de Juin-Torrea emboscado en sus jardines, el convento de Santa Cruz encaramado en su monte, el palacio ruinoso de la Florida en que Juan Jacobo Rousseau en persona presidió más de un conciliábulo de enciclopedistas.
Para formar juicio de las palabras de Lutero sobre el celibato, servirá no poco el saber que quien habla es un fraile apóstata, casado con Catalina de Boré; y quien haya tenido paciencia bastante para ruborizarse mil veces hojeando las impudentes confesiones de Rousseau, será bien poco accesible á ilusiones, cuando el filósofo de Ginebra le hable de filantropía y de moral.
Muchos de aquellos bustos son evocaciones históricas, porque son las imágenes de Voltaire y Rousseau, de Mirebeau y Danton, de Vergniaud y Chénier, de Chateaubriand, Byron, Walter Scott, Lamennais, Eugenio Sue, Balzac y muchos otros genios que pertenecen á la historia de la política, la filosofía ó la literatura.
Genlis eran el prototipo, y siempre creyó que ni antiguos ni modernos habían llegado al zancajo de Mad. de Staël en su Corina. No le agradaba tanto, aunque sí la tenía en gran aprecio, La nueva Eloísa, de Rousseau, porque decía que sus pretensiones eruditas y filosóficas atenuaban en parte el puro encanto de la acción sentimental.
Palabra del Dia
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