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Actualizado: 13 de junio de 2025
Después pegó á ella su otra mano, y, apoyándose en este sostén, fué elevando todo su cuerpo. Tan grande resultaba la violencia del esfuerzo, que la madera crujió, esparciendo un sonido de rotura á través del ambiente líquido y pegajoso. Poco á poco sacó la cabeza fuera del agua y vió que había cerrado la noche.
Luego, niños y niñas, cuchara en mano, corrían de un extremo a otro de la terraza para recoger sin rotura unos huevos depositados en el suelo. El ganador era el que regresaba más pronto al punto de partida. Después corrieron para recoger patatas esparcidas en la cubierta, y el que llenaba su tanque con mayor rapidez vencía a los otros. Retiráronse los pequeños para dejar sitio a los grandes.
El que lo montaba tenía una balanza en la mano para pesar el sustento de los hombres. Era el Hambre. El cuarto animal saludaba con un bramido la rotura del cuarto sello. «¡Salta!» Y aparecía un caballo de color pálido. «El que lo montaba se llama la Muerte, y un poder le fué dado para hacer perecer á los hombres por la espada, por el hambre, por la peste y por las bestias salvajes.»
Petra le consoló y le mimó, dándole algunos besos, que fueron los hierros con que le esclavizó para siempre. De allí en adelante mostrose muy benévola hacia él; le cosía con esmero cualquier rotura que hubiese en su vestido; le pegaba los botones y le arreglaba la corbata; cuando venía despeinado, con sus propios peines le aliñaba el pelo.
La masa derrumbada que llevaba consigo aldeas, campos, bosques y pastos, no había hecho, después de la rotura, más que girar sobre su base y dar vuelta sobre si misma. Una de sus caras estaba hundida en el suelo, y por el otro lado se había desarraigado en parte.
Arriba, el viento tibio pasaba murmurando entre las grandes rejas que servían de jaulas a las campanas. Del centro de la bóveda pendía la famosa Gorda, un vaso gigantesco de bronce con todo un costado rajado por ancha grieta. El badajo que había hecho la rotura, cincelado y enorme como una columna, estaba debajo de ella, y otro más ligero ocupaba su cavidad para los toques.
Púsole a Ramiro la mano en el cuello, y el mancebo sintió la repelente aspereza de aquella piel quemada por los ácidos. El hombre dijo: Nacido bajo el dominio de Saturno, frenético de mando y de gloria. Soberbioso y magnánimo. Capricornio ha labrado este ceño. Levantole después el rostro hacia la luna, y mirándole fijamente la pupila, habló de este modo: ¡Oh! aquí veo la rotura de un aojamiento.
Según la gente de tierra, no había ocurrido hasta entonces cosa que no fuera en Santander muy natural y corriente; y en verdad que no era para dejar pálido á nadie la rotura de algunos vidrios, unos cuantos paraguas vueltos del revés, tal cual sombrero arrancado de su correspondiente cabeza, y alguna que otra falda encaramada más arriba de lo acostumbrado.
Aquella funesta rotura de la pierna había ocasionado en él pérdida brusca de la juventud que disfrutaba, y se sentía entrar, con paso vacilante y cojo, en una región fría y triste que hasta entonces no había conocido.
En ninguna de estas condiciones se requiere nada que raye en lo anormal o en lo monstruoso: que exponga al que procura adquirirlas a la dislocación o a la rotura de los órganos y aparatos de su cuerpo, a fuerza de querer darles empleo contrario al que naturalmente tienen.
Palabra del Dia
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