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Actualizado: 14 de junio de 2025
A lo que de él se sabe por don Claudio Fuertes, hay que añadir que era de regular estatura, moreno, enjuto, de ojos pequeños, pero listos, risueño de expresión, y de voz lenta y sin timbre alguno. Parecía algo socarrón, pero en realidad no lo era.
Los cómicos le dejaron ir, pero miraron a Mochi como preguntándole algo que él debía adivinar. Mochi, risueño, tranquilo, retorciéndose el afilado bigote, adivinó en efecto, y dijo: ¡Oh, señores, no hay cuidado! Palabra de rey; aquí le conocen y saben que no hay dinero más seguro que el del Sr. Reyes. Si no ha pagado ahora mismo, habrá sido por olvido... o por no ofendernos.
Siempre sereno, siempre risueño, feroz y cruel en el fondo, Mochi hizo comprender a su amiga que aquella tolerancia del maestro continuaría, y que era indispensable para tener nivelados los presupuestos de la sociedad. Lo que no hacía falta era explicarse directamente; lo que allí hubiera sido repugnante, según el tenor, era un pacto explícito; no hacía falta.
Mira que está cargado, Manolo. Ya lo veo, ya respondió éste sonriendo; y volviéndose de pronto: ¿Qué dirían en Madrid, si yo te matase ahora de un tiro? Pepe Castro sintió cierto hormigueo en la espalda, que no era producido solamente por el agua, y rió de un modo extraño. Y que, hoy por hoy, lo podría hacer impunemente siguió muy risueño el marqués . Porque como todos dicen que estoy loco....
Allí no se encuentran los relieves ni los aspectos severos de los Alpes; todo es risueño, suave y onduloso; el camino es literalmente una calle de verdura, que gira entre verjeles, prados floridos, murmurantes arroyos y tupidos bosques ricos en aroma y frescura.
Un año después, el pueblecito, antes árido y triste, presentaba un aspecto risueño.
Atraído por la fuerza del contraste, Robledo, hombre de trabajo que había sufrido en su existencia grandes estrecheces y amarguras, aceptaba con un fatalismo risueño este final de sus esfuerzos, encontrándolo lógico y de acuerdo con las ironías de la vida. Pensaba, además, en otro contraste que había acompañado á su enriquecimiento.
Una chaqueta y un pantalón de tela componían todo su atavío, y una corbata negra, negligentemente anudada, permitía ver un cuello nervioso que soportaba un rostro risueño y abierto.
¡Ah!, cosas triviales, sin importancia, amigo. A mí, cualquier viento me hace girar como a una veleta.... Las velas de «este navío» se hinchan con todas las brisas que pasan. Estaba Fernando tan risueño y gentil como de costumbre, tan dueño de la situación como solía estarlo. Salvador, en cambio, tenía conmovido todo el cuerpo a impulsos de toda el alma.
Después de aquellas labores del huerto, como el tiempo seguía risueño y primaveral, emprendí otras más rudas, entre ellas la de suavizar en lo posible la cambera del pedregal, única vía de comunicación que tenía la casona con el pueblo. No quedó el camino a mi gusto, pero sí muy mejorado.
Palabra del Dia
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