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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Regresar a la catedral era quedarse en ella para siempre, renunciar a la vida; y él, que durante la guerra había gustado los encantos mundanales, no quería abandonarla tan pronto. Aún no era mayor de edad: tiempo le quedaba para acabar sus estudios. El sacerdocio era un retiro seguro, al que no tenía prisa de volver.
Soltó en esto el cuadrillero la barba de don Quijote, y salió a buscar luz para buscar y prender los delincuentes; mas no la halló, porque el ventero, de industria, había muerto la lámpara cuando se retiró a su estancia, y fuele forzoso acudir a la chimenea, donde, con mucho trabajo y tiempo, encendió el cuadrillero otro candil.
A la vuelta se apeó del tranvía frente al Retiro, paseó un rato, y mucho antes de llegar la noche se fue a su casa. Allí se encontró una carta, fechada en la cárcel, que decía: «Mi respetable y amada protectora: Desde hace tres días me hallo en este lugar vergonzoso, tratado como un criminal.
Y dice Miguel Viondi que Martí habló de tal manera, de patria y libertad, que el General Blanco se retiró de la fiesta diciendo al señor Azcárate: «quiero no recordar lo que yo he oído y que no concebí nunca se dijera delante de mí, representante del Gobierno Español: voy a pensar que Martí es un loco...». Y añadió: «pero un loco peligroso». A pesar del trabajo excesivo y de su dedicación a la literatura, Martí no dejó un día de conspirar desde que llegó a La Habana.
Empapado en estas ideas, se retiró á una quinta á orillas del Eufrates, donde no se ocupaba en calcular quantas pulgadas de agua pasan cada segundo baxo los arcos de un puente, ni si el mes del raton llueve una línea cúbica de agua mas que el del carnero; ni ideaba hacer seda con telarañas, ó porcelana con botellas quebradas; estudiaba, sí, las propiedades de los animales y las plantas, y en poco tiempo grangeó una sagacidad que le hacia tocar millares de diferencias donde los otros solo uniformidad veían.
Al Gobernador, sobre el retiro del carpintero. Exmo. Señor: 13 de Noviembre de 1788.
Después del estreno de «L'Aiglon», drama en seis actos, que si no emborronó, tampoco mejoró en un ápice el prestigio de su autor, éste, que siempre fué hombre de constitución delicada y voluntad apacible, y por lo mismo inclinado á la vida rústica, se retiró á su magnífica posesión de Villa Arnaga, en Cambo.
Hacía ya tiempo que sostenía una lucha sorda, pero terrible, con Pérez, otro concejal no menos ambicioso, para obtener este puesto, en el cual sus grandes dotes de innovador podrían brillar espléndidamente. El Retiro, Recoletos, la Castellana, el Campo del Moro esperaban un redentor que les diese nueva y deslumbrante vida, y este redentor no podía ser otro que Maldonado.
Declárase más el divorcio con el clasicismo pasado cuando el Borromino logra secuaces entre nosotros, cuando Alonso Cano traza en 1649 su arco para la entrada de la reina D.ª María Ana de Austria en Madrid, es decir en la segunda mitad del reinado de Felipe IV. Entonces el Rizi contribuía quizá mas que otro alguno á precipitar esta revolucion artística, con las decoraciones que como perspectivo ejecutaba para el teatro del Buen Retiro, y que la corte entusiasmada aplaudia.
La demostración de lo que vale se decía él está en la conducta que observa. En el Retiro ni una sola mirada, y luego ha dejado de ir. Indudablemente no va porque cuando me ve, sufre.» ¡Qué mezcla de risa, gozo y orgullo hubiera experimentado Cristeta si por arte de magia le fuese dado asistir a tales monólogos!
Palabra del Dia
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