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Empieza pues á insinuarse el amaneramiento desde antes de florecer como arquitecto de S. Pedro de Roma el Borromino.
Declárase más el divorcio con el clasicismo pasado cuando el Borromino logra secuaces entre nosotros, cuando Alonso Cano traza en 1649 su arco para la entrada de la reina D.ª María Ana de Austria en Madrid, es decir en la segunda mitad del reinado de Felipe IV. Entonces el Rizi contribuía quizá mas que otro alguno á precipitar esta revolucion artística, con las decoraciones que como perspectivo ejecutaba para el teatro del Buen Retiro, y que la corte entusiasmada aplaudia.
Es tal la paridad entre los arquitectos y los poetas de aquel tiempo, que al leer uno la crítica que hacia el Milizia de Borromino, podria creer que estaba aquel severo escritor juzgando á nuestro célebre Luis de Góngora: «fué, dice, uno de los primeros hombres de su siglo por la elevacion de su ingenio, y uno de los últimos por el uso ridículo que de él hizo.» Juan Martinez, Crescencio, y el hermano Francisco Bautista, eran ya puristas comparados con estos últimos, cuya incontinencia de estilo rayaba en enagenacion mental y delirio.
Palabra del Dia
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