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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Así protestan; pero no triunfan, porque la ley de los más se impone al cabo. »Se va extendiendo demasiado esta carta, y aún me resta hablar a usted de los hombres; no mucho, porque habría de sucederle a usted con los que bullen y «dan el tono», lo propio que con las hembras equivalentes: no los conocería por más que se los fuera citando uno a uno.

Resta añadir, para mayor encanto de golosos, que Margarita de Oropendia, duquesa de Algalia, aunque tuviese más, sólo representaba treinta años, y era relativamente virtuosa.

La joven hizo un movimiento de sorpresa, alejándose de él. No te separes, no me temas. Ni yo soy un hombre, ni eres ya una mujer. Has sufrido mucho, has dicho adiós a las alegrías de la tierra, eres fuerte por el infortunio y puedes mirar cara a cara a la verdad. Somos dos náufragos de la vida: sólo nos resta esperar y morir en el islote que nos sirve de refugio.

Lo que resta de la presente historia, con ser lo más importante por lo que al protagonista afecta, ha de ser lo más soporífero para el lector, que, de seguro, conoce a palmos el terreno que vamos a pisar, y ha de anticiparse con la memoria a mucho de lo que yo le refiera.

Solo nos resta indicar ciertas disenterías pútridas, el tétanos traumático y las parálisis, que pueden exigir árnica.

Delante te queda». A las víctimas de estos alegres deportes les resta el recurso de llevar bien escondido debajo del mantón un puntiagudo cuerno, y enseñarlo por vía de desquite a quien se divierte con ellas.

Resta, pues, ver si los milagros que conocemos como posibles han llegado á la execucion, ó, como se dice comunmente, á la actualidad. En este punto la fe de unos pocos Sectarios no puede contrarestar á la de los Patriarcas y Profetas del Viejo Testamento, á la de los Apóstoles, á la de los Padres, á la de tantos varones santos y sabios que los aseguran, y mucho menos á la autoridad de la Iglesia.

Después que te hayas dado, pasaremos lo que resta de la noche cantando, yo mi ausencia y tu firmeza, dando desde agora principio al ejercicio pastoral que hemos de tener en nuestra aldea. -Señor -respondió Sancho-, no soy yo religioso para que desde la mitad de mi sueño me levante y me dicipline, ni menos me parece que del estremo del dolor de los azotes se pueda pasar al de la música.

Lo creo, y eso me consuela y la salva a ella de una desgracia... Y ahora, vamos a la otra fachada para ver lo que resta; que la maravilla de este lado aquí quedará aguardándote, por mucho que tardes en volver a saborearla... Síganme, que ya voy andando por el mismo camino que nos trajo acá... Tuerzan a la derecha ahora...

Gabriel: pasa el tiempo y nos resta mucho que hacer y que hablar. Son poco más de las once. Aún quedan horas para hacer bien la cosa. ¿Qué quieres decir? preguntó Luna con extrañeza. Pocas palabras: al grano. Se trata de que seas rico y lo seamos nosotros; queremos salir de esta miseria.... Ya habrás notado hace tiempo que huíamos de ti; que al placer de oírte preferíamos hablar entre nosotros.

Palabra del Dia

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