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La primera representa á un viejo sentado en un sillon, y á una jóven de pié, presentándole una jícara de chocolate. La segunda representa á una jóven sentada como el viejo, y á un jovencito que la ofrece un presente de amor. Las cuatro figuras tienen tules ó encajes estrechos en los remates de sus vestidos, segun el gusto de la época.

Solo se le contradijo lo del sonar con ellos, mandándole que los entregase a la vieja, para honrar la comunidad haciendo de ellos unos cuellos y unos remates de mangas que se viesen y representasen camisas, que el sonarse estaba vedado en la orden, si no era en el aire, u de saetilla a coz de dedo.

Dibujaba, como siempre, caprichos caligráficos con remates de la fauna y la flora del arabesco más fantástico. Sentía el alma, después del cambiazo que a sus deseos acababan de dar las circunstancias, llena de música; no le cantaban los oídos, le cantaba el corazón.

Las paredes de la sala donde estaba la Cena se tapizaban de damasco carmesí; sobre el damasco se colgaban lindas y antiguas cornucopias con muchas velas de cera ardiendo, y también en la sala había verdes plantas, y canarios en jaulas, y una enorme cruz negra de madera, con adornos y remates de plata fina, asida a la pared por fuertes alcayatas.

Al día siguiente Gasparón se puso a pedir limosna al pie de la soberbia casa donde vivía el fabricante. Allí está siempre junto a la verja de remates dorados, cerca de una ventana, tras cuyos cristales caen en amplios pliegues los cortinajes de seda: allí se le ve de sol a sol mostrando el muñón cicatrizado, destacándose el bulto haraposo de su cuerpo sobre la fachada de mármol, y llevando siempre colgado al cuello un cartelillo en que se leen estas palabras: INUTILIZADO EN LA FÁBRICA DE DON MARTÍN PE

Cerciorose asimismo de que una cartera de cuero de Rusia y plateados remates que pendiente de una correa llevaba terciada al costado, abría y cerraba fácilmente con la llavecica de acero, que volvió a guardar en el bolsillo del chaleco, con cuidado sumo.

Las había góticas, árabes, griegas y persas. Los más patriotas se confiaban á la inspiración de ciertos arquitectos que habían inventado un arte catalán, con ojivas, almenas y coronas de conde. Estas coronas medioevales, que se repetían hasta en los remates de los reverberos, eran el eterno tema decorativo de una ciudad industrial poco dada á los ensueños y áspera para la ganancia.