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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Y la pobre mujer, no pudiendo resistir más, cubríase con el abanico los lacrimosos ojos, mientras doña Manuela le recomendaba la serenidad. No llore usted, Teresa; eso es lo que le gustaba al mío. Los hombres gozan haciéndonos padecer. Todo menos llorar. Cuando usted hable con Antonio, muéstrese seria y altiva. Nada de cariño; si no, los muy pillos se esponjan y se engríen. ¿Hablarle yo?
Como hoy mismo voy a presentarte a esas inocentes, sería inútil ocultarte que tan aventajada criatura es la señorita de la Treillade, y no parece de más advertirte que esta mañana precisamente, me la recomendaba, mí tía cual un modelo de todas las virtudes... Verdad es que añadía que era muy instruída... en lo que, como has visto, no se equivocaba... Cuando pienso que tal vez me hubiera decidido por ella, siento escalofríos... Ahora comprenderás por qué razón he prescindido de todos los principios de la delicadeza ante la idea de darme exacta cuenta sobre los principios de esa señorita... Diríase que la suerte me ha presentado la ocasión de juzgarla... Te aseguro que no me arrepiento de mi falta... ¡Vamos a almorzar!
En las aljamas ó mezquitas principales debia haber sermon y lecturas piadosas todos los viernes ó jumas, y todo fiel musulman debia oirlas pudiendo salir de su casa al nacer el sol para volver á la puesta. Por eso la Ley y Sunnah les recomendaba que viviesen lo mas cerca posible de las aljamas.
García de Palacio recomendaba para cuando se desconcertasen y fuere menester entrar en el arca de la sentina, meter antes una linterna con vela encendida, y si estuviese dentro buen rato sin apagarse, se podía entrar seguramente; en otro caso, entendiendo que había dentro aire corrupto que podría matar, debía echarse vinagre en cantidad, orines y agua fría para que la mundificaran y quitaran el daño y pestilencia que suele tener.
Todos los monstruos, tanto españoles como extranjeros, conocían de oídas a nuestro retirado coronel, y en cuanto ponían el pie en Sarrió, a su casa iban a llamar. El los acompañaba a ver al alcalde, los presentaba en el Saloncillo, los recomendaba al propietario del almacén donde pensaban exhibirse, y casi siempre encabezaba la suscripción para pagarles el viaje.
Cármenes, que en los certámenes de Vetusta se llevaba todas las rosas naturales, no podía conseguir que sus versos tuvieran cabida en las prensas madrileñas; y eso que empleaba en las cartas con que recomendaba las composiciones, la finura del mundo.
Desalojaron a Dickens y a Cervantes, que, por falta de espacio, tuve que desterrar en el sótano. Me apechugué a mis libros con la avidez del náufrago que se ase a una tabla de salvación. Leí concienzudamente los mejores, entre ellos uno que tenía un prólogo de Alfred Capus. El aplaudido dramaturgo francés recomendaba el bridge en entusiastas párrafos.
Palabra del Dia
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