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Ma foi, has nacido para soldado y buen compañero, exclamó regocijado Simón. Eso es hablar y portarse como se debe. ¡Bien, recluta! ¿Quién ha visto jamás arquero sin arco? Descuida, que yo te procuraré uno tan bueno como éste, allá en el ejército. Pero ¡mirad!

Facundo reaparece después en Buenos Aires, donde en 1810 es enrolado como recluta en el regimiento de Arribeños que manda el general Ocampo, su compatriota, después presidente de Charcas.

Gran esfuerzo costó á Roger separarse de aquellos dos buenos amigos, sobre todo inclinado como estaba á la vida de viajes y aventuras que tanto le atraía, no por los alicientes que en ella pudieran hallar hombres como el arquero y su recluta, sino por el vasto campo que ofrecía á su vivo deseo de aprender, de ver el mundo y de aprovechar prácticamente los variados conocimientos, oficios y artes adquiridos en el convento de Belmonte.

Si el otro compraba una jaca española cruzada, ya estaba Ramoncito vendiendo la suya inglesa para adquirir otra parecida; si le daba por saludar militarmente llevándose la mano abierta a la sien, a los pocos días Ramoncito saludaba a todo el mundo como un recluta; si tomaba una chula por querida, no tardaba mucho nuestro joven en pasear por los barrios bajos en busca de otra.

Contemplábalos sonriente el barón cuando cayó sobre su hombro una pesada mano y volviéndose halló el rostro coloradote y mofletudo de Sir Oliver Butrón. ¡Aquí tenéis otro recluta, caballero andante! le dijo el rollizo guerrero. Acabo de saber que seréis el primero en marchar camino del Ebro y con vos me largo aunque no queráis. ¡Bienvenido, Oliver!

Quería a Leonora con el cariño del inválido por el recluta que entra en filas. Todos los días el doctor Moreno iba a un café de la Galería, donde encontraba una tertulia de viejos músicos que habían peleado a las órdenes de Garibaldi, y jóvenes que escribían libretos para la escena y artículos en los periódicos republicanos y socialistas.

75 Recién entonces salía la orden de hacer la riunión, y caíbamos al cantón en pelos y hasta enancaos, sin armas, cuatro pelaos que íbamos a hacer jabón. 76 Ahi empezaba el afán -se entiende, de puro vicio- de enseñarle el ejercicio a tanto gaucho recluta, con un estrutor... ¡qué... Bruta! que nunca sabía su oficio.