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8 Porque la otra media recibió su heredad con los rubenitas y gaditas, la cual les dio Moisés del otro lado del Jordán al oriente, según que se la dio Moisés siervo del SE

Los vecinos cerraban puertas y ventanas al verme, y aunque la ciudad es grande, siempre me conocían en las calles y me insultaban. Un día, al entrar en casa, me recibió mi mujer como una loca. ¡La niña! ¡La niña!... La vi en la cama, con el rostro desencajado, verdoso, ¡ella tan bonita! y la lengua manchada de blanco.

Cuando Isidora llegó a Madrid, recibió don Manuel una carta del Canónigo recomendando a su sobrina, e indicando de un modo vago el asunto que tanto había hecho reír al señor Director. Por encargo de este, Joaquín la visitó; encontrola guapa el primer día, el segundo muy guapa, y el tercero deliciosísima, con lo que la diputó por suya.

El hospital de Santa Ana, cuya fábrica emprendía entonces el arzobispo Loayza, recibió también una limosna de dos mil pesos, sin que nadie, a excepción del ilustrísimo, supiera el nombre del caritativo. Lo positivo es que quien ganó con creces en el negocio fué don Antonio de Ribera. En Sevilla la estaca le había costado media peseta.

En los últimos años de la vida del poeta, el tornadizo favor del público parece haberse complacido más en las obras de algunos nuevos ingenios que en las del viejo creador del teatro español; más de una vez el público recibió con hostilidad alguna de sus últimas creaciones.

Como es natural, recibió de antemano su viático, suma bastante redonda. Cuando llegué, era tal su cariño por la República Argentina y tal su deseo de manifestármelo, ¡que supe estaba resuelto en emplear todo su viático en darme un baile! Me costó un triunfo disuadirlo por medio de un amigo.

Sucedía esto a los ocho o diez días de la repentina marcha de Jacobo, y entre aflicciones de espíritu, quebrantamientos de estómago y apreturas de entendimiento, recibió Villamelón una cariñosa carta de este tierno amigo, en que, con previsión amorosísima y delicadeza exquisita, le enviaba una receta infalible contra la trichina, recogida de los labios mismos de los hermanos Tramponetti, fabricantes de embutidos en la salchichonesca Génova.

Duró esta aventura diez y ocho meses, y comenzaba ya a sentir las proximidades de la saciedad cuando recibió un día la notificación de un cambio de residencia. Al conocer la triste nueva, la señora Miguelina se deshizo en lágrimas.

Su padre le había dejado un poco de dinero, algunas tierras, y él vivía modestamente, consagrando la mitad de su existencia a los pobres, de quienes jamás recibió un sueldo. Este era su único lujo. Una joven sin fortuna se encontró en su camino, preciosa y sola en el mundo.

Pero llegó un momento en que advirtió claramente que Soledad tenía celos de ella, y se propuso provocar lo más pronto posible una explicación. Una tarde llegó sola á la tienda. Soledad la recibió con marcada frialdad.