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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Esta conciencia de la rebelión la desesperaba; quería aplacarla y se irritaba. Sentía cardos en el alma. En tales horas no quería a nadie, no compadecía a nadie. En aquel instante deseaba oír música; no podía haber voz más oportuna.
Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí. 2 Líbrame de los que obran iniquidad, y sálvame de varones sanguinarios. 3 Porque he aquí están acechando mi vida; se han juntado contra mí fuertes sin rebelión mía, y sin pecado mío, oh SE
La Poesía que profetizó vagamente la llegada de Cristo, anunciaba ahora la aparición del gran Redentor, que no había de encerrarse en la debilidad de un hombre, sino que encarnaría en la inmensa masa de los desheredados, de los tristes, con el nombre de Rebelión.
Estas angustias del tío Barret por satisfacer su deuda sin poder conseguirlo acabaron por despertar en él cierto instinto de rebelión, haciendo surgir de su rudo pensamiento vagas y confusas ideas de justicia. ¿Por qué no eran suyos los campos?
No causa menos dolor el estrago que la rebelion hizo en el pueblo de San Pedro de Buena Vista, de la provincia de Chayanta, que, aunque tuvo la fortuna de escarmentar el atrevimiento de los indios cuando altivos y sobervios, lo asaltaron en los meses de Noviembre y Diciembre de 1780.
¡El que habló la otra noche excitando á la rebelión! ¡Alborotador de la Plaza Mayor! ¡El sobrino de Coletilla! Estas últimas palabras eran el mayor padrón de deshonra. Núñez se levantó á defender á su amigo; pero no pudo: su voz no fué escuchada. Muchos que temían verse acusados, en cuanto vieron el aluvión que sobre Lázaro caía, descargaron sobre él toda su ira.
La baronesa creía que bajo las inesperadas artísticas aficiones de su lectriz emboscábase una intentona de emancipadora rebelión, y ya que no pudiese oponer un formal veto sin manifestar al desnudo su celoso despotismo, desahogó su mal humor presentando un diluvio de objeciones. ¡Es gracioso que esa señorita se permita disponer de su tiempo sin mi permiso! dijo a su sobrino.
En consecuencia de lo expuesto, considero yo la lucha entre moros y cristianos, que empezó en el Guadalete y acabó en Granada, con el epílogo de la rebelión de los moriscos alpujarreños, como una larguísima guerra civil, que duró siete u ocho siglos.
Aquella rebelión contra la ciencia producía en Sánchez grave desaliento. ¡Cuánto tiempo se necesita aún para que la humanidad marche exenta de preocupaciones por el camino de la experimentación! se decía tristemente. Con su esposa no se atrevía a comunicar aquellos altos pensamientos que continuamente le embargaban. ¡Tenía un genio tan raro!
Había echado mucho de menos a Magdalena, la había deseado, esperado, y ya usted habrá adivinado que después de su partida había cien veces maldecido el censurable espíritu de rebelión que me revolvía contra la más envidiable, la más dulce, la menos calculada de las servidumbres.
Palabra del Dia
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