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Actualizado: 12 de junio de 2025
Habría también que repartir el entendimiento y la virtud, y eso es imposible. Yo no he hecho sino pensar que, si a veces la fortuna escoge bien aquellos a quienes favorece, otras, en fuerza de ser ciega, raya en cruel. Perdóneme Vd. Conozco que he cometido una torpeza. Pero no toda la culpa es mía. ¿Por qué, señorita? No he debido enseñar a Vd. ese trasto.
No es seguro, no es seguro, no es seguro vociferó el abad de Naya, que se divertía más que en un sainete. ¡Por vida de lo que malgasto, que esto ya pasa de raya!
Quando estuviéron en la raya de los Orejones, Ya ve vm., dixo Cacarnbo á Candido, que este hemisferio vale tan poco como el otro; créame, y vólvamónos á Europa por el camino mas corto. ¿Cómo me he de volver, respondió Candido, ni adonde he de ir?
Imitó el peinado de su general, con la raya de la frente á la nuca, mechones en las sienes alisados hacia adelante y bigotes unidos con las patillas, á la rusa.
Era un hombre de veintiocho a treinta años, de estatura más que regular, delgado, rostro fino y correcto, sonrosado en los pómulos, bigote retorcido, perilla apuntada y los cabellos negros y partidos por el medio con una raya cuidadosamente trazada. Guardaba semejanza con esos soldaditos de papel con que juegan los niños; esto es, era de un tipo militar afeminado.
¿Volverás a jugar, eh? ¿Volverás a jugar, perdido? preguntaba ella tirándole de los cabellos, borrando aquella primororosa raya que los partía tan lindamente. No ... particularmente sobre mi palabra te aseguro....
Esta raya no se detenía en parte alguna, y avanzaba despacio y con precaución, custodiando sus dos leguas de convoy.
Todo es fresco y perfumado, la vega, el soto y el monte; y el valladar azulado de las sierras, anegado en el distante horizonte, Para tener siempre á raya al cristiano en la frontera, porque ya la luz desmaya, va previniendo la hoguera en sus torres de atalaya.
Muy sencillo: una raya blanca, otra negra; una raya blanca, otra negra... Como las cebras explicó Polsikov, a quien le inspiraba gran lástima su desgraciado amigo. ¡No, no es posible! exclamó Kotelnikov, poniéndose muy pálido. Nastenka no podía ya contener las lágrimas, y, sollozando, huyó a su cuarto, llenando de emoción a los asistentes.
Es tan limpia que, por no ensuciar la cara, trae las narices, como dicen, arremangadas, que no parece sino que van huyendo de la boca; y, con todo esto, parece bien por estremo, porque tiene la boca grande, y, a no faltarle diez o doce dientes y muelas, pudiera pasar y echar raya entre las más bien formadas.
Palabra del Dia
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