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Actualizado: 12 de junio de 2025


La aparición del primer número, que traía la consabida viñeta representando un adolescente peinado con la raya por el medio, y rodeado de una porción de latas de conservas a modo de libros, en actitud de leer, más bien de merendar, una de ellas, causó viva sensación en la villa. Lo merecía.

Gracias á esta conducta, que pasa de hábil y raya en primorosa, D. Casimiro no había sido despedido; sus amores con Nicolasa habían sido como aurora, como amanecer poético de un día, que no llegó por haberse interpuesto el compromiso con Clarita.

Vaciló sobre si entrar ó no: la raya ya estaba puesta y no se la iban á borrar.

En el bulevar de los Italianos, a donde llegó sin saber cómo, le cerraron el paso tres antiguos amigos, alegres camaradas de su vida de soltero que con el cigarro en la boca y las manos en los bolsillos revelaban bien a las claras hallarse en ese estado de expansiva animación que raya en la embriaguez.

Lleva el pelo, que es muy rubio, partido, con la raya a un lado; muchas alhajas, y, según la moda del tiempo, un grueso cordón de pasamanería de oro que arranca en el brazo derecho y termina en el costado izquierdo. En la mano derecha tiene un enorme lienzo de puntas y en la izquierda una rosa.

Desde que pasó el ejército la raya que divide ambos vireinatos, fué la desercion de la tropa de milicias, y la de los indios auxiliares de Anta y Chincheros, tan exhorbitante, que llegó D. José del Valle á recelar con fundadas razones le abandonasen enteramente en los mayores riesgos, porque ya no les estimulaba la codicia del saqueo que los habia detenido en parte hasta entonces.

Don Andrés no quiso hacerse el encontradizo; confesó con franqueza que la estaba aguardando y la acompañó varias noches seguidas, aunque ella siempre lo repugnaba. Pasmosos fueron el arte que empleó Juanita y el ingenio y la energía de voluntad que supo desplegar para tener a raya a don Andrés y conseguir, sin romper con él por completo, que no se viniese a las manos.

Por lo pronto tuvo esto a raya a la multitud, pero no faltó quien la irritase, y empezó entre los tres caballeros por una parte, y siete u ocho fidalgos que estaban a pie y vinieron a auxiliarlos, y por otra parte la desarrapada muchedumbre, una muy reñida escaramuza, que hubiera terminado en tragedia, si por dicha no hubiesen amortiguado la cólera de todos, parándolos atónitos y respetuosos el resonar de los clarines y el estruendo jubiloso de las aclamaciones que anunciaban la entrada en la plaza del Rey y de su comitiva.

El terreno ofrecía leves ondulaciones y se extendía rojizo y desierto, cortando a lo lejos el horizonte con una raya bien pura. Ni un árbol, ni una casa. Los finos zapatos de Clementina se hundían en la tierra y quedaban manchados. Caminaban silenciosos. Raimundo ya no tenía fuerzas para hablar.

Lo primero, como que está sometido á observacion inmediata, pues que existe en nosotros mismos, es difícil, mas imposible de explicar; lo segundo, como que versa sobre el objeto de una idea sumamente abstracta y trascendental, y además necesita de raciocinios, cuyos hilos se rompen fácilmente sin que el razonador advierta la rotura, es tan difícil que raya en lo imposible.

Palabra del Dia

irrascible

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