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Esta devoción raya en fanatismo, y está exigiendo á gritos un templo que vamos á proporcionarle nosotros, sin miedo de que nos falte nunca el concurso de los fieles para sostener el culto.» Y alguno de aquellos hombres, con un desprendimiento digno de su carácter, anticipó una cantidad efectiva, en la cual los duros entraban por miles.

Los rendimientos y las deferencias de que era objeto los podía atribuir a su mérito propio, y el que los galanes no se le acercasen en son de guerra y de conquista, a que su buena reputación los tenía a raya.

La celeridad con que las escribía, raya en lo imposible, aun no dando entero crédito á las exageraciones cometidas sobre este punto. Erróneo es, sin duda, el aserto de Bouterweck, de que en ocasiones escribió comedias en tres ó cuatro horas; pero el mismo Lope nos dice que más de ciento fueron compuestas en veinticuatro horas.

Hay algo de particularmente punzante al sentirse atacado, en medio de toda la brillantez y abundancia de la vida civilizada, por el azote de la vida salvaje: el hambre. Esto raya en locura; es un tigre que salta al cuello en pleno bulevar.

Don Juan no se aventuró a una sola demostración que indicase atrevimiento, ni dio un paso en el camino de la conquista material; nunca tuvo ella que decirle: «las manos quietas», pero ¿qué pasaría si llegasen las cosas a este terreno? ¿Cómo ponerle a raya, si tal aconteciera?

Bien sabe usted cómo abundan aquí la carcoma y los celillos de clase; y aunque todos los Bermúdez, por dicha suya y desgracia de Villavieja, han sabido aislarse en su nido de Peleches de las intriguillas y miseriucas de acá abajo, al cabo es usted Bermúdez, tiene mucho dinero y raya más alto que nadie entre todos los villavejanos, aunque no se proponga rayar. En fin, ya me entiende usted.

Dos órdenes de pequeños rizos; guedejas sutiles, retorcidas con negligencia, le adornaban la frente, y de las sienes blancas, cuya piel transparentaba ligeramente la raya azulada de alguna vena, le caían dos airosos mechones.

Tengo un gallinero que es un encanto. ¡Si me viera usted por las mañanas rodeada de plumas y cacareos, arrojando el maíz a puñados, teniendo a raya a los gallos que se meten bajo mis faldas y me pican los pies! Me parece mentira que sea yo la misma de otros tiempos, que blandía la lanza e interpretaba, así regularmente, los ensueños de Wagner. Ya verá usted a mi gente.

Apenas me desembarace de ciertos asuntos que me tienen amarrado en Madrid; más claro, apenas logre reunir algun dinero, me iré á Sevilla, mandaré hacer una losa, pasaré á la raya de Portugal, y yo mismo la colocaré en una sepultura, en nombre de todos mis hermanos. Ya tengo hecho el epitafio, el cual pertenece tambien á mis lectores; hélo aquí.

Llegando el autor desta grande historia a contar lo que en este capítulo cuenta, dice que quisiera pasarle en silencio, temeroso de que no había de ser creído, porque las locuras de don Quijote llegaron aquí al término y raya de las mayores que pueden imaginarse, y aun pasaron dos tiros de ballesta más allá de las mayores.