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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Por tal manera, a cada gesto del santo, significativo de su piedad o su martirio; a cada rasgo de su fisonomía o su actitud, corresponde, del opuesto lado, una corola o un pétalo. Para acompañar la representación simbólica del bien, brotan, ya un lirio, ya una rosa.

Luego se oyeron lejanos los resoplidos del vapor, rasgó los aires un silbido y en el espacio quedó flotando una nubecilla blanca. Amores románticos.

Si eres el sol de nuestra Pöesía, Viva más que él tu aplauso eternizado, Y pues un vivir solo es limitado, No te estreches al término de un día. Hoy junta en el deleite la enseñanza Tu ingenio, a quien el tiempo no consuma, Pues también viene a ser aplauso suyo. Y sufra la modestia esta alabanza A quien, por parecer más hijo tuyo Quisiera ser un rasgo de tu pluma.

Pues aquí donde me ves, tan coqueta, tan amiga de haceros rabiar, porque todos sois iguales, y no merece más ni menos uno que otro, tan orgullosa de haber arruinado a unos y puesto en ridículo a otros, yo, aunque no lo creas, tengo en mi vida un rasgo bueno, y tendría muchos si no hubiese sido en mi niñez tan desgraciada.

Hay quien sostiene que los apodos son más lógicos que los nombres. Cuando el mote alude a una condición moral, a un rasgo del carácter, a una modalidad particular del espíritu, tiene, indudablemente, una determinación más apropiada que el nombre. Es el bautismo correspondiente a la idiosincrasia del sujeto.

Terminaré esta incorrecta descripcion recordando un rasgo curioso. El mozo que nos sirvió la comida se mostraba muy admirado, aturdido de nuestra frugalidad, y esto que comímos con gana.

27 Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; que nuestro hermano es nuestra carne. Y sus hermanos acordaron con él. Y llevaron a José a Egipto. 29 Y Rubén volvió a la cisterna, y no halló a José dentro, y rasgó sus vestidos. 30 Y tornó a sus hermanos y dijo: El joven no parece; y yo, ¿adónde iré yo?

Sin embargo, ese lujo externo escénico á que aludimos, es un rasgo característico que separa la segunda mitad de la edad de oro del teatro español de la primera, y un síntoma, al mismo tiempo, que deja ya adivinar su próxima decadencia.

Sin embargo, es un carácter resuelto, refractario á dejar inconcluído aquello que empezó. «Comprendo dice, la indignación, la lucha, las escenas de fuerza, mejor que el enternecimiento». Este rasgo culminante de su psicología alcanza á sus personajes, aun á los secundarios: todos son lógicos y fuertes; «todos tienen menton...»

Esos claros y melancólicos ojos parecían mirar desde una eminencia....». Otra dama recuerda la extraña impresión de sus ojos: «Los ojos de Poe, en verdad, eran el rasgo que más impresionaba, y era a ellos a los que su cara debía su atractivo peculiar. Jamás he visto otros ojos que en algo se le parecieran.

Palabra del Dia

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