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Los teólogos, á quienes se consultó, fueron de distinto parecer, declarándose los unos contra todo linaje de representaciones escénicas, y opinando los otros que en general debían tolerarse, desarraigando tan sólo los abusos que se habían introducido.

9 Por lo cual la entregué en mano de sus amantes, en mano de los hijos de los asirios, de quienes se había enamorado. 10 Ellos descubrieron sus vergüenzas, tomaron sus hijos y sus hijas, y a ella mataron a cuchillo; y vino a ser de nombre entre las mujeres, pues en ella hicieron juicios.

Doña Juana estuvo, como ya hemos dicho, muchos días avergonzada, sin atreverse á mirar frente á frente á ningún hombre de los de la servidumbre interior que habían estado de servicio la noche de su mala ventura; doña Juana se había informado de quiénes eran aquellos nombres, con gran reserva, se entiende; pero el duque de Osuna no había estado aquella noche de servicio, ni en El Escorial por aquel tiempo.

Cuestión de riñas no sería, pues en 1850 no era esta novedad bastante para reunir todo el campamento. No solamente quedaron desiertos los fosos, sino que hasta la especería de Tut contribuía también con sus jugadores, quienes, como todos sabían, continuaron reposadamente su partida el día en que Pedro el francés y Kanaka Joe se mataron a tiros por encima del mostrador, frente mismo de la puerta.

Y estos mismos poetas, en quienes rebosaba el profundo sentimiento religioso de su época, se consagraron al drama místico y lo elevaron á tal altura, que, entre los compuestos por ellos y los misterios y moralidades anteriores, hay la misma distancia que entre los de Shakespeare y las farsas de la Edad media.

Yo creía que irían hincados dijo burlonamente Ricardo. Quizá no falten quienes vayan así, por alguna promesa o por fanatismo. Subamos, ché, que va a ser la hora. De nuevo en sus asientos, Ricardo reanudó el tema, diciendo: Deben ser felices los que creen, ¿eh? Si la felicidad está en creer repuso Melchor, todos deben ser felices. Todos los que creen. ¿Y crees que haya excepciones?

Al acercarme al palenque, ya pude contar cuántos me habían precedido en la llegada y hasta saber quiénes eran: allí estaban sus caballos a modo de tarjeta de visita.

Entonces comprenderás á la primera impresion, de quiénes aprendieron los árabes vencedores á erigir sus monumentos.

Arriba, viene el sitio destinado a los pasajeros, los camarotes, que nadie ocupa sino las señoras, quienes, para evitarse dormir al aire libre, al lado de los masculinos, se asan vivas en las cabinas; el comedor, etc.

No con torpe é inconsiderado miedo desvanezcais lo que tanta fatiga ha costado, i no deis ocasion á que duden los enemigos si fuimos nosotros aquellos muslimes, famosos en la tierra por su singular esfuerzo i constancia en las batallas, i á quienes tanta valerosa nacion ha inclinado la cerviz para sufrir las cadenas que les pongamos