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Actualizado: 9 de junio de 2025
Las santas mujeres buscaban aún entre aquellos despojos, mal cubiertos por la tierra, á los seres queridos, y hasta hubieran escarbado para sacarlos de nuevo, si las voces y los lamentos que más allá se oían no les dieran la esperanza de que en otro lugar estarían quizás los que buscaban.
En la caída del convento y ya entrada en horas la noche, charlábamos sobre la madre patria, el cura del pueblo, excelente padre de la Orden de Recoletos, un oficial de partidas y mis queridos y buenos amigos de expedición, Melchor Ordoñez y Ciriaco Oñate, ayudante el primero del General de Marina y médico militar el segundo.
Maltrana, que iba de una mesa a otra para charlar con sus «queridos amigos», aceptando una copa aquí y bebiendo media botella más allá, se fijó en los ojos de Maud. Pero ¡cómo mira esa señora!... ¡Ni que se lo fuese a comer!... Desde una mesa cercana los espió con cierta envidia. Cerca de media noche abandonaron sus asientos.
Como lo incluía en el número de sus «queridos amigos», estaba bien enterado de que marchaba por segunda vez a Buenos Aires, donde ejercía pequeñas industrias.
Se multiplicó para dar testimonios de alegría. Sí, una enemistad antigua, había terminado. La boda de aquellos queridos hijos había sido la ocasión de perdonar las injurias. El señor Roussel había llegado con los brazos abiertos pidiendo que todo se olvidase y ella no había creído que debía negarse á la indulgencia. Tal conducta no hubiera sido propia de una mujer ni de una cristiana.
Me parecía estar viendo a Juanillo Jacobo rodando por un precipicio negro, mientras la pobre Sola, atada por los cabellos a la cola de un brioso caballo.... No lo quiero contar porque me parece que lo veo otra vez.... ¡Cuándo volveré a vuestro lado, queridos de mi corazón, para que con el placer de veros se acabe el suplicio de soñaros!
Cuando proyecté escribir estos apuntes, ofrecí al lector en mi conciencia no ocultarle nada de lo que yo pensase y sintiese. Estas insignificantes reflexiones pertenecen tambien á mis benévolos y queridos lectores. Yo creia hasta ahora que en la vejez no habia más que un período. El viejo Lesperut me ha enseñado que existen dos, y por señas que son bien diferentes.
A pesar de que aunque no hubiera sido asi, bastaba solamente la posesion del fruto de su casamiento para que hubiese tomado mas incremento su acendrado cariño. No tuvo para sus estados el mejor éxito haber nacido hembra; pero sin embargo, como eran queridos los padres, fue apreciada la hija.
Ya era demasiado tarde; ya no podría abrazar, antes de encerrarlos en el sepulcro, los restos queridos de aquella mujer que durante nueve meses me había llevado en sus entrañas, y en su corazón hasta el último instante de su vida.
Por lo que á mí toca, Dios sabe cuánto deseo verla. ¡Animo, mis queridos y benévolos lectores! Hasta mañana. =Dia trigésimo tercero=. La enferma. Museo del Louvre. La Asuncion. Apoteosis de Rubens. Otra pintura de Murillo. Una respuesta. Noticia á mis lectoras. Curiosidades. ¡Virtud increible la de la sangre! ¡Cariño santo el de la familia!
Palabra del Dia
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