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Adiós. Vosotros quedaos si queréis.... ¡Jesús! las once y media, no se acaba esto a las dos.... Ana, a quien explicó su esposo el argumento de la segunda parte del drama, prefirió llevar la impresión de la primera que la tenía encantada, y salió con la Marquesa y Mesía. Edelmira se quedó con don Víctor y Paco. Yo llevaré a la niña y usted déjeme a ésa en casa, señora Marquesa dijo Quintanar.

De aquellas largas entrevistas salía rejuvenecida, los ojos brillantes, el pie ligero, saludando con afecto a personas a quienes en otra ocasión hubiera dirigido una fría y desdeñosa cabezada. Luego Raimundo la llenaba de asombro, a lo mejor, con algún acto inconcebible de candor infantil. El muchacho quedó confuso al verla delante; se puso colorado hasta las orejas.

Es que yo tengo que salir y quisiera que no se quedara la casa abandonada. Es que si he de quedarme solo, no me quedo. Y bien mirado dijo el tío Manolillo, como hablando consigo mismo , ¿para qué quiero yo á éste aquí? ¿para que cometa alguna imprudencia? Vamos, vamos, Montiño, saldremos juntos. Afuera están vuestras prendas. Y tomando una bujía salió de la cocina.

, pero el alcalde y el escribano eran amigos; mejor: les había hablado don Rodrigo, y aun más que hablado, y lo del tormento quedó en ceremonia.

-Pues yo -dijo el lacayo- soy temeroso de mi conciencia, y pondríala en gran cargo si pasase adelante en esta batalla; y así, digo que yo me doy por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora. Quedó admirado el maese de campo de las razones de Tosilos; y, como era uno de los sabidores de la máquina de aquel caso, no le supo responder palabra.

En el instante de arrancar el carruaje, la desconocida se alzó el velillo. Don Juan pudo dudar mientras vio el rostro al través del tul; pero toda perplejidad quedó desvanecida al mirarlo libre de aquel adorno. ¡Qué cara!

La niña, a quien había privado no sólo de sus caricias, sino de todas sus preeminencias en la casa, iba camino de ser una criadita más. En un instante quedó trasformada por completo.

Íbase Tosilos desenlazando la celada, y rogaba que apriesa le ayudasen, porque le iban faltando los espíritus del aliento, y no podía verse encerrado tanto tiempo en la estrecheza de aquel aposento. Quitáronsela apriesa, y quedó descubierto y patente su rostro de lacayo. Viendo lo cual doña Rodríguez y su hija, dando grandes voces, dijeron: ¡

Mas D. Primitivo no quiso perder el viaje y acercándose cautelosamente á él, sin darle aviso alguno le encajó toda el agua en mitad del rostro. Octavio quedó un instante sin respiración. Muuuchas gracias, D. Primitivo... No... había necesidad...

Creyó a puño cerrado cuanto el pícaro la afirmó, y desde aquel instante quedó indefensa esclava suya, como el pájaro de la sierpe que le fascina y aterra. La hacienda, la vida: todo le parecía poco para comprar el silencio del infame y poner entre él y su hija un muro tal, que ni las águilas fueran capaces de volar tan alto. Y todo se fue haciendo como el bribón lo pedía.