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Actualizado: 9 de junio de 2025
68 y a Jocmeam con sus ejidos, y a Bet-horón con sus ejidos, 69 y a Ajalón con sus ejidos, y a Gat-rimón con sus ejidos. 70 De la media tribu de Manasés, a Aner con sus ejidos, y a Bileam con sus ejidos, para los del linaje de los hijos de Coat que habían quedado. 72 y de la tribu de Isacar, a Cedes con sus ejidos, a Daberat con sus ejidos, 73 y a Ramot con sus ejidos, y a Anem con sus ejidos;
Pocos días después de vivir juntos, dijo D. Manuel a su sobrino: ¿Sabes quién tiene muchos deseos de verte?... Aquella señora del intendente Trujillo, a cuya casa te llevé yo una noche cuando eras chico... ¿No te acuerdas que cantó unos dúos de ópera conmigo?... Ha quedado viuda la pobre hace ya dos años... Es una buena señora, muy amable y obsequiosa...
Ahora, tú dirás quién es más afortunado de los dos y más digno de envidiarse... ¡Cascajo! y vamos adelante con la historia, que como dé yo en irme por los atajaderos. ¿Dónde habíamos quedado con ella? ¿Qué más deseas saber?
Mañana te confiesas... Puede que se te haya quedado algo por decir y confesar, porque siempre se queda algo sin saber cómo, y esos pozos son lo que más atormenta... pues dilo todo, rebaña bien... Así lo hice yo, y hasta que lo hice no tuve tranquilidad.
Y este hombre galante, que es una especie de español de los que ya no se ven, me abandonó á mis reflexiones. 1.º de octubre. ¡Singular acontecimiento! Aunque sus consecuencias no hayan sido hasta aquí de las más felices, me ha producido mucho bien. Después del duro golpe que me hirió, había quedado como entorpecido por el dolor.
Era necesario arreglar aquello en seguida, sincerarse, pedir disculpa, «hacer las paces». Yo no pensaba si tenía o no razón. ¿Qué importaba esto? Lo importante, lo abrumador para mí era que se había quedado triste y serio, melancólico y apenado en mi compañía, que fué siempre su mayor alegría.
Ni á dos tirones me harían despegar los labios; y allí mismo hubiera roto el manuscrito, si el Duque, que era la misma benevolencia, no me obligase á proseguir, con ruegos y cortesanías, que vencieron mi modestia y trocaron en valor mis fundados temores. Busqué, pues, en mi manuscrito el punto donde había quedado, y leí lo siguiente: «El joven Alejo era pobre, muy pobre.
El rey dobló la carta lentamente, se soslayó de nuevo, y la guardó en su bolsillo. ¿Qué decís á esto, doña Juana? la preguntó el rey. La duquesa se había quedado con el velón en posición de alumbrar al rey y hecha una estatua. Dejad, dejad el velón, y venid á sentaros frente á mi. Dios me perdone, pero juraría que estábais temblando.
Este estilo, que tenia mucho de bárbaro, y de que han quedado siglos enteros vestigios harto claros en algunas Universidades, agradó á las gentes de aquel tiempo, hechas á oír disputar sin término, y sofisticar sin límites. Es increible quánto se acrecentó con esto la contienda entre los Dialécticos, quántas qüestiones vanas se aumentaron, quánto se corrompió la Lógica.
Cuando ya no quedó nada que sacar, unos señores que se llaman crédito público buscaron un hombre de bien para guardar el convento, es decir, el caparazón. Oyeron hablar de mi hijo, y vinimos a establecernos aquí, donde yo vivo con ese hijo, que es el único que me ha quedado. Cuando entramos en el convento, salían de él los padres.
Palabra del Dia
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