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Actualizado: 22 de junio de 2025
Lo que no he prometido es dejarte echar a perder tu vida como lo estás haciendo. Abuela protesté, soy tan feliz... No trato más que de estar a tu lado. Sí, ya lo sé, mala nieta... Y eso es lo que no comprendo... A los veinticinco años encontrarse dichosa sin el apoyo de un marido, no es natural... Además, querida abuela, ¿para qué necesito un marido puesto que te tengo a ti? ¿Para qué?... ¡Ah!
Lo sé... no me ha querido nunca; ¿no es verdad? A mi vez tardé en responder. ¿Qué podía decirle de aquel padre que no había tratado de verla en doce años? Protesté, sin embargo, lo mejor que pude. Juro a usted que, al saber la muerte de la señorita de Boivic, la mayor preocupación de su padre de usted ha sido el no poder hacerla feliz.
¡Vamos! ¡fuera! repite Martín haciendo un gesto como para saltar a la garganta del primero que proteste. Dos minutos después han salido todos... Sólo el tabernero está allí todavía, paralizado por el miedo, detrás del mostrador. Al volverse Martín hacia él, con una mirada amenazadora, comienza a quejarse en tono llorón del transtorno causado en su tienda.
Intenta uno una tímida resistencia, y le observan: «¿Cómo? ¿Y usted es el que pretende ser un buen muchacho?...» Es inútil que uno proteste: «¡Pero si yo no soy un buen muchacho!»... Tiene que serlo a la fuerza, porque así lo han medido y lo han marcado... ¡Y un hombre de ese temple es el que quiere meterse ahora en historias de mujeres! ¡Las mujeres, que siempre están pensando en alguna cosa diabólica, y que, para que puedan querer bien, tienen que ser tratadas como animales, engañadas, abandonadas por el que ellas adoran!...
Protesté contra la murmuración villaverdina de la cual era yo víctima hacía tantos días; declaré que me indignaba oír tantas mentiras como repetían las gentes, y supliqué a las niñas que no dieran oídos a tales dichos.
¡Oh! protesté vivamente, un poco conmovida por semejante frase.
Cuando volví al cuarto de Lacante me le encontré hundido en su sillón, con las cejas fruncidas y aspecto de preocupación. Es un paquete, mi querido amigo, un verdadero paquete me dijo moviendo la cabeza con aire consternado. Protesté diciéndole que Elena era encantadora y que la había visto mal. ¿Cómo había de verla debajo de aquellos trapos grotescos y a través de sus lágrimas?
Palabra del Dia
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