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Actualizado: 18 de junio de 2025


En la misma procesión se observaba también una figura de mujer, fantásticamente adornada, con la cual se significaba la prostituta Babilonia. Los autos, como dijimos antes, se representaban en tablados al aire libre.

Si mi mirada amortiguada se fijaba casualmente en la calle en alguna mujer, al día siguiente recibía una carta en que ella, esposa o prostituta, me regalaba su desnudez, su amor, y todas las complacencias de la lascivia.

Así se estaba aún más a gusto. Uno de los jurados, un viejo, miró a Karaulova y dijo a su vecino: ¡Tiene gracia esa mujer! contestó el otro. Bueno objetó el presidente . El hecho de que sea usted una prostituta no es una razón para negarse a prestar juramento.

Sin esa condición no podemos dispensarle a usted de prestarlo. Responda. Siempre inmóvil, impasible, la testigo respondió algo, pero con voz tan débil que no pudo oírse claramente. No se oye nada. Más alto; tenga la bondad. La testigo tosió, y luego dijo en alta voz: Soy una prostituta.

Una prostituta es hija de un banquero que se arruinó, la otra es hija de un alto empleado que ya no vive; otra de un coronel ó de un general que vino á menos. Esta sabe el inglés; aquella el aleman; la otra el español, el italiano ó el ruso.

Tiene razón afirmó la joven prostituta Kravchenko, que seguía la discusión con un interés sostenido . ¡Se divertiría, cantaría, bebería, recibiría hombres, y luego, de la noche a la mañana, a hacer penitencia! No; sería demasiado cómodo. De ese modo, hasta a los mayores pecadores les sería fácil convertirse en santos. El joven abogado la miraba con una atención siempre en aumento.

Pronunció la palabra «prostituta» con el mismo acento con que estaba habituado a pronunciar las palabras «asesino», «ladrón», «bandido». ¿Usted es, con todo, cristiana? No, no soy cristiana. Si fuera cristiana, no sería prostituta. La situación se complicaba.

Por que me han robado a mi mujer, porque me ha engañado mi mujer, porque yo había respetado el cuerpo de esa infame para conservar su alma, y ella, prostituta como todas las mujeres, me roba el alma porque no le he tomado también el cuerpo.... Los mato a los dos porque olvidé lo que al médico de ella, olvidé que ubi irritatio ibi fluxus, olvidé ser con ella tan grosero como con otras, olvidé que su carne divina era carne humana; tuve miedo a su pudor y su pudor me la pega; la creí cuerpo santo y la podredumbre de su cuerpo me está envenenando el alma.... Mato porque me engañó; porque sus ojos se clavaban en los míos y me llamaban hermano mayor del alma al compás de sus labios que también lo decían sonriendo, mato porque debo, mato porque puedo, porque soy fuerte, porque soy hombre... porque soy fiera...».

Vuestro perfume intenso de prostituta histérica, que incita al sacrilegio, lo anhela todo el mundo, desde el burgués intonso hasta el artista egregio, y desde el venerable que reza su responso y ornamenta sus dedos con aguas de amatista hasta el viejo eremita que entiende el sortilegio, conversa con los astros y es brujo y alquimista.

Allí es de ver cómo una prostituta, estudiado el temperamento de su víctima, le devuelve un billete de cien francos que de ella recibió, con el objeto de ganar su ánimo y apoderarse de toda su cartera. Allí es de ver la suma habilidad con que la elegantísima mademoiselle, convence á un hombre, de que jamás ha experimentado la pasion que su talento y su profunda simpatía la han hecho concebir.

Palabra del Dia

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